La Vaporera: Así Me Mató por Ella
Cuando la exnovia de mi esposo sufrió quemaduras con agua hirviendo, él, para castigarme, me metió en una vaporera lo suficientemente grande para una persona y subió la temperatura al máximo.
—¡Pagarás el daño que sufrió Luciana, multiplicado por mil! —sentenció.
Atrapada en ese espacio estrecho, apenas podía respirar, mientras mi cuerpo ardía y yo le suplicaba entre lágrimas:
—¡Por favor, voy a morir!
Pero él, abrazando a su exnovia, se marchó sin mirar atrás.
—Tranquila, no morirás. ¡Pero sí entenderás el sufrimiento de Luciana!
Grité desesperada dentro de la vaporera mientras el agua hirviendo, debajo de la bandeja, me salpicaba la piel. Poco a poco, mi voz se fue apagando.
Él se fue de viaje al extranjero con su exnovia, y, solo una semana después, al regresar al país, recordó mi existencia.
—Esa maldita ya debe haber aprendido su lección. ¡Sáquenla de ahí!
Lo que él no sabía era que en aquella vaporera, que había dejado calentarse cuando el agua se evaporó, mi cadáver ya estaba cubierto de gusanos.