¡Mis padres pobres en realidad eran millonarios!
En la noche de Navidad, mis padres seguían trabajando afuera, dejándome sola otra vez en casa.
Pensando en que así había sido durante veinte años, ya no quería pasar sola y fría otra Navidad, así que tomé una torta navideña y fui a buscarlos.
Para mi sorpresa, aquellos mismos padres que siempre decían que trabajaban sin descanso, bajaron de un carro de lujo, abrazando a un chico de mi edad, riéndose y charlando como si nada, camino a un restaurante carísimo.
—Papá, mamá, ¿están seguros de que no pasa nada dejando a Estelita solita en casa?
Mi mamá respondió sin darle importancia:
—No importa, ya está acostumbrada.
Mi papá, como si nada, dijo:
—Ella no puede compararse contigo, tú eres nuestro tesoro.
Me di la vuelta y me fui. Me estaban mintiendo diciendo que estaban pobres, esta vez no quiero su compañía ni un poco.