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Renací y Destruí al que Fue mi Todo

Renací y Destruí al que Fue mi Todo

Un par de días antes del Año Nuevo, Diego —mi novio— decidió irse a la playa con su asistente. Yo no dije nada. No lloré, no grité, no hice escándalo. Incluso lo ayudé a empacar, con todo el cariño del mundo. ¿Y él qué hizo? Se burló. Me dijo que, ahora que estaba embarazada, por fin había aprendido a comportarme. Apenas se fue, me fui directo a abortar. En mi vida pasada, había intentado retenerlo con ese bebé. Y lo había logrado: él no se había marchado. Al final, su asistente había ido sola a la playa, y ahí la habían matado de una forma brutal. Diego siempre fingía que nada le afectaba. Siempre con esa cara tranquila, como si todo le diera igual. Pero, cuando estaba a punto de dar a luz, fue él quien me abrió el vientre con sus propias manos. Apretó con fuerza… hasta que asesinó a mi hijo. Y fue en ese momento cuando lo entendí todo: siempre me había despreciado, y desde la muerte de aquella mujer… me odiaba sin medida. Por eso, ahora, que había vuelto a nacer, pensaba dejarlo sin nada.
เรื่องสั้น · Romance
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Renací y no quiero un esposo mafioso

Renací y no quiero un esposo mafioso

El día que iba a dar a luz a mis gemelos, soborné al médico de la familia para que me inyectara todos los potentes medicamentos disponibles en el hospital para frenar las contracciones y retrasar el parto por la fuerza. Lo hice porque, en mi vida pasada, Vincenzo Moretti había sido diagnosticado con baja calidad de esperma, apenas podía concebir. Para asegurarse de tener un heredero, mantuvo diez amantes fuera de casa y anunció que el hijo que naciera primero sería el próximo padrino de la familia. Me había prometido que si lograba dar a luz antes que ellas, se despediría de todas sus amantes y permitiría que mi hijo heredara el clan Moretti. Yo le creí. Cuando descubrí que estaba esperando gemelos, temblaba de la emoción. Pero al final del parto, ordenó que me arrojaran junto a mis recién nacidos al frío sótano donde estaban los vinos, y le prohibieron a cualquiera acercarse. —Lucia viene de un origen humilde. Solo quería asegurarle a su hijo un estatus dentro de la familia para que ambos tuvieran un futuro mejor. Pero tú, a propósito, difundiste la noticia, haciendo que ella sufriera un parto desesperado y causando la muerte de ambos. —Eres tan cruel que no mereces ser la madre del heredero de la familia Moretti. Reflexiona bien, en tres días te dejaré salir. Luego, ordenó al mayordomo sellar las puertas. Pero lo que no sabía es que esa noche, el sótano se incendió, y mis hijos y yo morimos quemados en las llamas. Cuando volví a abrir los ojos, regresé a la noche anterior al parto. En esta vida, no seré la esposa de un mafioso. Cuando nazcan mis hijos y recupere fuerzas, huiré con mis pequeños lo más lejos posible.
เรื่องสั้น · Mafia
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La amante con VIH y el esposo que pagará caro

La amante con VIH y el esposo que pagará caro

La amante con VIH y el esposo que pagará caro. A Sabrina, el gran amor de Roberto, le diagnosticaron VIH en el hospital donde yo trabajaba. Faltando a mi ética médica, se lo conté a él. Pero Roberto pensó que lo estaba engañando. No solo me difamó, acusándome de la muerte de un paciente, lo que me llevó a la cárcel, sino que después también diluyó un abortivo en mi leche. Con ocho semanas de embarazo, sufrí una hemorragia masiva. Le supliqué ayuda, pero me apartó de una patada. —Por fin, dejarás de ser un impedimento para que Sabri y yo estemos juntos. Al abrir los ojos de nuevo, estaba de vuelta en el fatídico día en que a Sabrina le habían diagnosticado VIH. Y, esta vez, no solo guardé silencio, sino que además le pedí el divorcio a Roberto. Después de todo, él la amaba tanto… Tenía que dejarlos ser felices juntos.
เรื่องสั้น · Romance
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La Mujer que Quemó Su Pasado

La Mujer que Quemó Su Pasado

Durante mi recuperación después del parto, mi esposo, Rubén Gutiérrez, llegó a la casa tambaleándose, borracho perdido. Venía con varios que lo sostenían... y con una mujer. Terminó vomitando por toda la sala, y yo, sin decir una sola palabra, me quedé a su lado cuidándolo toda la noche. Jamás imaginé que, al amanecer, lo primero que saliera de su boca fuera: —Está embarazada. Mejor nos divorciamos. No lloré, no grité. Solo asentí con calma. En otra vida, recuerdo haber corrido desesperada por la calle, con mi hija en brazos. Esa mujer pronto se ganó la fama de "fácil" en el pueblo, y hasta la echaron de su casa. Acorralada, terminó lanzándose al río. Rubén, por sus escándalos, perdió el trabajo. Y aun así, nunca me culpó de nada. Cuando nuestra hija cumplió un mes, Rubén encendió una hoguera enorme en el jardín... y nos quemó vivos: a mí, a la niña y a mis padres. Antes de que todo se apagara, alcancé a ver su cara desfigurada por el odio. —¡Bájense al infierno! —gritó—. Váyanse a acompañar a Mariana. Y entonces, al abrir otra vez los ojos, me encontré de vuelta en el mismo instante exacto en que me dijo que quería divorciarse.
เรื่องสั้น · Romance
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Renacida para vengarme del ex y su falsa

Renacida para vengarme del ex y su falsa

Después de dejar la universidad, mis padres no me presionaron. Pero la amiga de la infancia de mi novio, esa que se hacía pasar por la chica perfecta y de alto coeficiente intelectual, me llamó por teléfono. Yo estaba ocupada trabajando en el campo, sembrando verduras y jugando con el agua, sin tiempo para programar. En mi vida pasada, ella presentó su proyecto de diseño de software un día antes que yo, era exactamente igual al mío. Todos me acusaron de ladrona, de farsante sin escrúpulos. Intenté defenderme, pero nadie me creyó. Más tarde, incluso abrió un canal de transmisiones en vivo para difamarme, diciendo que yo la acosaba en la escuela. La gente en internet enloqueció, atacando cruelmente a toda mi familia. Mis padres, tratando de huir de los fanáticos que los perseguían, murieron en un accidente de coche. Yo no soporté el golpe, me lancé desde lo alto de un edificio… sin poder cerrar los ojos en paz. Hasta el último instante de mi conciencia, no entendía nada. ¿Por qué, si era mi esfuerzo y mi trabajo, alguien más pudo publicarlo antes que yo? Cuando volví a abrir los ojos, estaba de nuevo en el día anterior al plagio.
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Esta vez, Lavaré mi Nombre

Esta vez, Lavaré mi Nombre

Durante el turno de noche, me negué a la petición de mi hermana adoptiva de ayudarle a ponerle la intravenosa a su paciente. Vi con mis propios ojos cómo un niño de siete años moría por una reacción alérgica causada por el medicamento equivocado. En mi vida pasada, justo después de haber terminado de aplicar la infusión, los familiares furiosos irrumpieron en la estación de enfermeras y me golpearon hasta dejarme el rostro desfigurado. Pero yo había administrado simple glucosa, imposible que provocara una tragedia así. Con la conciencia nublada, escuché que alguien llamaba a la policía. Creí que por fin llegaba un salvavidas. Nunca imaginé que el oficial, mi propio hermano, me tumbaría contra el suelo. El médico forense, mi amigo de la infancia, sacó el informe de la autopsia y me señaló como culpable. No tuve cómo defenderme; al final, los padres del niño, enloquecidos por el dolor, me golpearon hasta matarme. Incluso en el momento de mi muerte, no pude entender por qué mi hermano, que siempre me había cuidado, y aquel amigo de la infancia al que yo quería tanto, se volvieron contra mí. Cuando volví a abrir los ojos, estaba otra vez en esa misma noche.
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Mi venganza estalla: ¡Ojo por ojo!

Mi venganza estalla: ¡Ojo por ojo!

La discípula de mi esposo, Camila, alardeaba de su técnica de desactivar bombas con los ojos cerrados, guiándose solo por la intuición. El resultado fue un error de juicio que activó el sistema de detonación de respaldo de la bomba. Yo tuve que intervenir de emergencia, usando el peligrosísimo método de condensación con nitrógeno líquido para salvar todo el edificio. A Camila la apartaron de la primera línea y, además, la suspendieron. Mi esposo, Sergio, quiso hablar en su defensa, pero yo me interpuse resueltamente: —Si la defiendes ahora, no la salvarás y te hundirá con ella. Hasta a ti te suspenderán. Abrumada por la presión, Camila terminó con su vida provocando una explosión. En una carta que dejó, acusaba a Sergio: “En el momento que más necesitaba de él, él prefirió lavarse las manos.” Sergio no dijo nada. Solo guardó esa carta como un tesoro en su estudio. Años después, Sergio ya era un experto en desactivación de bombas, famoso en todo el país. Durante un ataque terrorista, unos secuestradores me colocaron una bomba de tiempo. Él acudió en persona a desactivarla, pero frente a mí, repitió el mismo error fatal de su discípula. Mirando la cuenta atrás, me dijo con una sonrisa burlona: «Mira, solo estaba nerviosa aquella vez. ¡Si la hubiera apoyado entonces, ahora ella sería la heroína!». La bomba estalló. Quedé hecha añicos. Al abrir los ojos otra vez, había vuelto a aquel momento en que él intentaba defender a su discípula. Lo que él no sabía era que en ese edificio se albergaba un servidor crítico con los secretos nacionales de máximo nivel.
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Morí Por Su traición, Volví Por Justicia

Morí Por Su traición, Volví Por Justicia

Durante una delicada operación de trasplante de corazón, mi esposo insistió en que su amiga de la infancia, Sofía Sánchez, una simple estudiante en prácticas, fuera su asistente. Solo porque la reprendí por llevar las uñas artificiales durante la cirugía, salió furiosa del quirófano. Mi esposo, sin importarle el paciente en cirugía, la siguió para consolarla. Le supliqué que volviera para terminar la operación, pero me respondió: —Sofi está triste. ¿Puedes no hacer un escándalo en este momento? La operación puede esperar. ¿Qué importa eso comparado con Sofi? Al final, el paciente fue abandonado en la mesa de operaciones durante cuarenta interminables minutos, muriendo de dolor. Después descubrimos que el paciente era nada menos que el alcalde de nuestra ciudad, un hombre muy respetado. Mi esposo y Sofía decidieron echarme la culpa del accidente médico: —¡Si no hubieras hecho un escándalo en el quirófano y nos hubieras echado, el alcalde no habría muerto desangrado! ¡Todo es culpa tuya! Al final, no pude defenderme. Fui condenada a cadena perpetua sufriendo en prisión hasta morir en prisión. Mientras tanto, mi esposo y su amante caminaron hacia el altar y se casaron. Al abrir los ojos de nuevo, me encontré de regreso en el día de la operación del alcalde en nuestro hospital.
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Hasta que el Fuego Nos Separe

Hasta que el Fuego Nos Separe

La noche del incendio, no volví a detener a mi prometido cuando corrió a salvar a Sofía, su sobrina sin lazo de sangre. Lo vi desaparecer entre las llamas. En mi vida anterior, el hotel se incendió el mismo día de nuestra boda. Mateo y yo logramos escapar; Sofía quedó atrapada. Cuando él quiso lanzarse de nuevo, lo frené una y otra vez. Al final apagaron el fuego, pero de ella no quedó rastro. Mateo dijo que no me culpaba. Mintió. Tres años después —el día de nuestro aniversario y del tercer luto de Sofía— nos llevó a mi hijo y a mí a bucear., y, una vez a casi cien metros bajo el agua, arrancó nuestras mangueras de oxígeno. —Me impediste salvar a Sofía. Una vida por otra —escupió. Supliqué por mi hijo. Se dio la vuelta y nos dejó. Morimos asfixiados. Solo entonces supe la verdad: Mateo siempre amó a Sofía. Me odió por robarle a la mujer que quería. Al abrir de nuevo los ojos, volví al día del incendio...
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La Mujer que Tejía Destinos Robados

La Mujer que Tejía Destinos Robados

Cuando mi madre nos pidió a mi hermana y a mí que eligiéramos con quién casarnos, Daniela rechazó sorprendentemente al hombre hosco de perfil técnico que persiguió durante cuatro años y optó por ese rico playboy de mala reputación. Mi madre palideció al instante: —Daniela, es cierto que es rico, pero ¿no te da miedo que te pegue alguna enfermedad? A ti te gusta Luis, ¿no? No te equivoques de decisión. Pero ella no dio su brazo a torcer. Ahí supe que ella también había renacido. En mi vida pasada, se casó llena de ilusión con Luis Solano y sufrió una década de violencia emocional que la dejó hecha una loca. Mientras que ese playboy, Diego Alcázar, cambió por mí radicalmente, me amó con locura, me entregó toda su fortuna y nos convertimos en la pareja envidiada por todos. En el baile de nuestro décimo aniversario de bodas, Daniela, con los ojos llenos de rencor, nos redujo a cenizas a los dos. Al tener una segunda oportunidad, opté por la mano de Luis en el juego del matrimonio. —Daniela, la apuesta está hecha. Esta vez, no te arrepientas. Ella soltó una risa burlona: —Esta vez me toca a mí ser amada como a una reina. No seas tú quien se arrepienta. Parece que aún no entiende que el amor es lo menos confiable en un matrimonio.
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