Noventa y Nueve Renuncias
Cuando sufrí un ataque agudo de apendicitis, mis padres, mi hermano y mi prometido estaban ocupados celebrando el cumpleaños de mi hermana menor.
Llamé una y otra vez desde la puerta del quirófano, buscando que algún familiar firmara el consentimiento para mi operación,
pero todos colgaron sin piedad.
Mi prometido, Gabriel Gómez, me envió un mensaje después de rechazar mi llamada:
"No hagas berrinche, Sofía. Hoy es la fiesta de mayoría de edad de Luna. Hablemos después del banquete."
Apagué el celular y firmé el consentimiento quirúrgico con calma.
Era la novena y noventa vez que renunciaban a mí por Luna Ramos.
Así que esta vez, soy yo quien renuncia a ellos.
Ya no me duele su favoritismo.
Al contrario, comencé a obedecer cada una de sus peticiones, sin cuestionar nada.
Todos creyeron que por fin me había vuelto sensata.
Nadie imaginaba que en realidad, me estaba preparando para desaparecer para siempre.