No hay última oportunidad
La noche que le declaré mi amor, mi novia no podía parar de llorar.
Decía algo sobre haber visto el futuro y que necesitaba que hiciéramos un pacto.
—¿Por qué? —le pregunté.
Ella respondió:
—No recuerdo bien, solo sé que en el futuro me arrepiento mucho.
—Rafael, pase lo que pase en el futuro, ¿me prometes que me darás tres oportunidades? ¿Sí?
Claro que se lo prometí.
La amaba profundamente.
Pero con el tiempo, ella pareció olvidar por completo aquella promesa.
Hasta que la vi meterse con su asistente y entonces empecé a entenderlo.
En el momento exacto en que firmé los papeles del divorcio, una voz conocida resonó en mi mente.
Era la Lorena de diecinueve años.
Lloraba, suplicando:
—Rafael, me lo prometiste que me darías tres oportunidades. ¿Verdad?