Diez años en vano y un renacer
En el instante en que explotó el laboratorio, Leonardo González corrió desesperado hacia la zona más alejada, donde se encontraba Victoria López, y la protegió con su cuerpo sin dudarlo.
Cuando cesó la explosión, lo primero que hizo fue cargarla en brazos al hospital.
Ni siquiera miró a la que yacía en el suelo, empapada en sangre—yo.
Porque esa chica a la que él había criado durante dieciocho años, Victoria, ya le había ocupado el corazón por completo.
Ya no había espacio para nadie más.
Fui yo quien sobrevivió gracias a unos colegas que me llevaron al hospital.
Tras salir de cuidados intensivos, con los ojos hinchados de tanto llorar, llamé a mi mentor.
—Profesor, ya lo decidí. Acepto unirme al proyecto confidencial. No importa que partamos en un mes ni que no pueda contactar a nadie durante cinco años.
Ese mes estaba destinado a ser el de mi boda soñada.
Pero ya no quiero casarme.
Ya no.