MasukLorena Pinto y Paulo Silva llevaban tres años casados. Justo cuando estaban organizando su aniversario, ella descubrió que su acta de matrimonio era falsa… La verdadera esposa de Paulo resultó ser su mejor amiga, Selena Cruz. Durante todo ese tiempo, Selena y la familia Silva la habían tomado por tonta, engañándola sin el más mínimo remordimiento. ¿La razón de todo esto? Una ironía cruel. Lorena había quedado incapaz de tener hijos después de ese terrible accidente de tráfico que le dañó el útero. Y lo más doloroso de todo es que, en ese mismo accidente, ¡casi perdió la vida tratando de salvar a Paulo! Paulo, con un tono de falsa súplica, intentó calmar la situación: —Mi amor, te quiero, de verdad, con todo mi corazón, pero... necesito un hijo, ¿me entiendes? Selena, con una calma sorprendente, agregó con total descaro: —No es para tanto. Yo no vine a meterme en su relación. Solo estoy aquí para ayudarles. Podemos llevarnos bien los tres, sin problema. Lorena los miró con desprecio: —¡Están completamente locos los dos! ¡No tienen vergüenza! *** Si pensaban que esto era solo un juego, se encargaría de demostrarles que las reglas las ponía ella. ¿Querían arrebatarle el proyecto? ¡Adelante! Ella ya había movido sus fichas. Sin pensarlo dos veces, se casó con Daniel Ramos, el joven heredero de una familia multimillonaria. Ahora, la que tenía la última palabra en el proyecto, la que controlaba todo, era ella. ¿No le dieron la boda que se merecía? El joven heredero le organizó una boda de ensueño que dejó huella en toda la ciudad. ¿La criticaban por no poder tener hijos? El destino tenía preparada una gran sorpresa. Ahora tenía gemelos. No podía evitar soltar una risa al ver las miradas llenas de envidia. *** La noticia del matrimonio de Daniel Ramos se difundió rápidamente entre la alta sociedad, y la gente no pudo evitar sentir pena por su esposa. Todo el círculo social sabía que Daniel tenía un alma gemela. Aunque ella ya estaba casada, él no lograba olvidarla. Se cuenta que, el día en que ella se casó, él quedó devastado, al punto de que pensó en suicidarse. Algunos aseguran haberlo visto una y otra vez viendo las películas donde ella era la estrella, llorando desconsolado. Cuando Lorena dio a luz a sus hijos, decidió que era el momento de dejar que Daniel y su alma gemela estuvieran juntos. Pero entonces, Daniel la abrazó y, gritando, le dijo: —¿Quién está inventando esos rumores? ¡Amor, tienes que creerme!
Lihat lebih banyakLorena masticaba una manzana mientras veía la televisión. Selena andaba ordenando el cuarto.Cuando terminó, se sentó a su lado con cara de querer consolarla, lista para aconsejarla.—Todas las parejas pasan por altibajos —dijo—, pero deberían sentarse a hablar y aclarar las cosas. Irte de la casa no es sano; solo lo empeora.Lorena la miró de reojo. Por más que sonara preocupada, en los ojos se le notaba un puntito de satisfacción.—¡Yo no me fui! ¡Me echaron!—Bueno, Carmen estaba molesta y lo de anoche sí se te pasó un poco...—¿También tú vas a echarme la culpa, siendo mi mejor amiga?—Claro que te apoyo —respondió Selena sin dudar, pero bajó el tono.—Paulo tiene que dar una explicación. Si no aclara lo de esa ropa interior, no lo voy a perdonar.—Puede que todo sea un malentendido.—¿Malentendido? ¿Qué malentendido puede haber cuando le encuentras una prenda interior en el bolsillo a un hombre? ¡Está clarísimo que tiene a otra y se la llevó al resort! ¡Sabía que íbamos a celebrar
Al colgar, Daniel apretó la mandíbula. La rabia le hervía por dentro.Carlos, en cambio, dejó escapar una sonrisa de alivio.¿Su hijo, el que casi nunca mostraba nada, de verdad se había alterado?La mujer que había elegido para él daba para mucho más de lo que aparentaba. No solo pensaba cederle la empresa, ya se veía entregándole también su propia fortuna.Al salir del hotel, Lorena se enteró de que la habitación de anoche era la suite presidencial. Fue a pagar y la recepcionista le explicó que esa suite estaba a nombre del señor Ramos, así que no debía pagar nada.—¿El señor Ramos? —preguntó, desconcertada.—Este resort pertenece al Grupo Ramos.Se mordió el labio. La verdad, no lo sabía.—El señor Ramos es Daniel —aclaró la recepcionista.¿Daniel Ramos? ¿El heredero del Grupo Ramos?¿Ese mismo al que había querido ver y nunca había logrado?Pensó en lo de anoche, con el alcohol por las nubes, y se le encendió la vergüenza.Corrió de regreso a la habitación antes de que entrara el s
La resaca le pegaba duro.Lorena sacudió la cabeza, tratando de despejarse. Cuando por fin abrió los ojos, notó que estaba en una cama enorme de hotel. Algo no cuadraba. Tenía las muñecas y los tobillos atados con sábanas.Se le encendieron todas las alarmas y quiso incorporarse, pero no podía moverse. Estaba atrapada.¿Qué diablos pasó anoche?El recuerdo le cayó de golpe: un hombre la arrastró hasta la habitación, la lanzó a la cama y se le vino encima…Dios… ¿de verdad la había…?No quiso seguir esa línea de pensamiento. El pánico la arrasó; forcejeó con todas sus fuerzas, pero los nudos no aflojaban.—¡Maldito! ¡Vas a pagar por esto, te voy a matar!Gritó a pleno pulmón y soltar la rabia la fue calmando, aunque fuera un poco.Al notar que las sábanas estaban mal anudadas, respiró hondo y empezó a desatarse con cuidado.Poco a poco fue liberando las muñecas; el sudor le corría por la frente mientras lo hacía.Tras unos quince minutos de forcejeo, por fin logró soltarse. Estaba empap
—¿Qué?—Es una alcohólica.Lorena había bebido más de la cuenta, aunque todavía estaba consciente de dónde se encontraba. Pensó en terminar la copa, pagar e irse.Apenas cruzó la puerta, un tipo con aliento a licor se le puso enfrente. Ella lo examinó de arriba abajo con desdén y siguió su camino.—¡Vaya, qué belleza! —soltó el hombre. Su mala actitud se transformó en una mirada babosa y empezó a seguirla.Lorena aceleró el paso y él hizo lo mismo.—¿Te invito un trago, preciosa?—Dame un minuto, no te me vayas.Ella se apresuró aún más. El tipo se le plantó en frente, cerrándole el paso. Con una sonrisita grasosa, se pegó un poco más.—Una mujer como tú, bebiendo sola a estas horas... o acabas de tronar con alguien o estás buscando compañía —murmuró acercándose—. Sea lo que sea, yo me encargo.Lorena, asqueada por el tufo a alcohol, se tapó la nariz y le soltó:—¡Lárgate!—Uy, qué brava... así me gustas.—Ya déjame en paz, ¿sí? —escupió Lorena, con los dientes apretados.—¿Y si me dej
El joven, despreocupado y ruidoso, se llamaba Bruno Braga, heredero de NovaTec y amigo de la infancia de Daniel.Ese día Bruno organizó la reunión, pero en realidad lo hizo a pedido de los demás: solo lo usaron de puente para acercarse a Daniel.Tras soltar un par de anécdotas sin mucha gracia, Bruno se dejó caer en el asiento vacío a su lado, con una sonrisa de oreja a oreja.—Señor Ramos, siempre impecable. Qué gusto verlo. Venga, brindemos —dijo, llenó su copa hasta el borde y se la bebió de golpe.Luego le echó una mirada socarrona a Daniel.—Tres copas —Daniel lo miró apenas.Bruno abrió los ojos como platos, totalmente descolocado.—¡Pero si estas copas son un descaro! ¡Tres es media botella! ¿Qué, me quieres mandar a dormir?—Tú organizas la fiesta y te dignas a llegar tarde —replicó Daniel, seco.Bruno se rascó la nuca: pensó que con esa copa ya libraba el castigo, pero vio que no la iba a pasar tan fácil.En ese momento, alguien creyó ver su oportunidad para quedar bien. Acerc
Lorena, con una sonrisa socarrona, señaló la tanga roja que flotaba en la sopa y chasqueó la lengua un par de veces, pura burla.A Miguel y a Carmen se les puso cara de funeral. Se cruzaron miradas, le lanzaron una mirada asesina a Lorena y, sin decir ni media palabra, salieron del salón privado echando humo.Selena, por su parte, seguía con la cabeza baja: deseando que un rayo la partiera.A Lorena le hizo gracia imaginar las próximas comidas familiares: cada vez que sirvieran sopa, esa tanga roja les iba a venir a la mente. ¿Y Selena? ¿Se atrevería a sentarse como si nada? La idea le provocó una risa bajita.—¿Ya te quedaste a gusto, después de armar este desastre? —le soltó Paulo, hecho una furia.Lorena no se lo pensó ni un segundo: alzó la mano y le propinó otro bofetón seco.—Mejor piensa cómo vas a explicarme todo esto primero.Le lanzó una mirada helada a Selena y se encaminó a la salida.Miguel y Carmen, que aún estaban cerca de la entrada, alcanzaron a oír clarito el bofetón.
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