Ese mes, Lorena tenía muy claro lo que quería: divertirse un buen rato a costa de los Silva.Guardó su celular con una sonrisa gélida y se dirigió hacia la mansión.Cuando llegó, tocó el timbre y, después de un buen rato, Rita, la sirvienta, le abrió la puerta. Al verla, se quedó atónita.—¿Señora Lorena? ¿No andaba de viaje? ¿Por qué regresó así, de la nada?Lorena no le respondió, la esquivó y entró en la casa.—¡Señora, señora! ¡Lorena ya regresó! —gritó Rita, corriendo para avisar a los de adentro, sin lograr detenerla.Lorena subió las escaleras en silencio. De camino, se cruzó con Carmen, que venía corriendo desde la cocina con un tazón de sopa en mano.—¿Y tú cómo...?—¿Paulo está arriba, verdad?—No, no está en casa...—Voy a buscarlo.Sin escuchar lo que Carmen intentaba decir, siguió subiendo directo al segundo piso.—¡Lorena, Lorena! ¡No vayas allá! —gritaba Carmen, corriendo tras ella.Lorena subió a toda velocidad, sin detenerse, y llegó directo a su habitación. Necesitaba
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