Capítulo 3

La voz fría y distante de Thorne me susurró al oído.

—Señorita Rowena, sé que usted me eligió por necesidad, pero le juro que, dentro de mis posibilidades, nunca la dejaré sufrir.

Al oírlo, me giré instintivamente, pero accidentalmente choqué de lleno contra su pecho.

Un aroma desconocido y embriagador me llenó la nariz.

Lo miré, hablando con seriedad, palabra por palabra.

—Thorne, yo te elegí por voluntad propia. Y, de ahora en adelante, llámame solo Rowena; no seas tan formal conmigo.

Vi el destello de algo inusual centellar en sus ojos.

—Que así sea, Rowena.

Tres días después, las bodas se celebraron según lo planeado.

Ambas ceremonias se celebraron en el mismo gran salón.

Esta vez, la boda de los hombres lobo fue aún más grande que en mi vida pasada. Incluso invitaron a las brujas ocultas para recibir sus bendiciones y oraciones. Todos los clanes principales asistieron a la suya.

En comparación, nuestro lado vampírico se sentía tranquilo. No hubo invitados adicionales, pero los vampiros estaban más que encantados. Emparejarse con un humano puro significaba tener la oportunidad de reclamar el trono de la alianza.

Después de la ceremonia, me encontré cara a cara con Clara. Ella inclinó el cuello deliberadamente, mostrando las marcas de mordeduras y chupetones recientes que Jax le había dejado en la piel, rojos y en carne viva por su brutal posesividad.

—Hermana, no tenía ni idea de que los hombres lobo tuvieran una resistencia tan increíble. Jax me tomó sin descanso durante toda la noche; apuesto a que pronto llevaré en mi vientre a su cachorro.

Sonreí levemente.

—Entonces te deseo suerte con eso.

Clara pensaba que quedarse embarazada sería muy fácil. Pero los humanos y los hombres lobo eran especies diferentes. La concepción natural tardaba al menos un año o más.

Basándose en mi vida pasada, ella asumió que mi embarazo fue sencillo y pensó que ella correría con la misma suerte. Se jactó ante la manada de que quedaría embarazada en seis meses, y la noticia se corrió como la pólvora.

Al verla tan segura de ello, incluso Jax la creyó sin rechistar, con la mirada siempre hambrienta mientras acariciaba sus curvas.

Mi actitud tranquila la molestó; a sus ojos, era un desafío.

—Como sea, tú no lo conseguirías de todas formas. Ahora estás atrapada en la guarida de los mendigos.

Miró con disgusto a los vampiros cercanos, se recogió la falda y me rozó al pasar.

Sin embargo, la agarré del brazo, deteniéndola.

—Clara, discúlpate. Discúlpate con el clan de los vampiros.

Clara se enfureció, apartó la mano de un tirón y gritó.

—¡Rowena, qué demonios te pasa!

Empezamos a discutir allí mismo, en el pasillo. Los invitados que aún quedaban se detuvieron a ver el espectáculo.

Finalmente, Padre intervino, averiguó lo sucedido y obligó a Clara a disculparse con los vampiros.

Aunque los vampiros eran de clase baja, cuando los humanos los insultaban, los hombres lobo y los vampiros se unían contra ellos.

Al irse, Clara me lanzó una mirada venenosa y susurró: —Rowena, en esta vida, yo estoy ganando.

***

Ya inmersos en nuestra noche de bodas, Thorne se deshizo poco a poco de cada prenda, revelando un cuerpo perfecto: alto, con músculos elegantes que se marcaban bajo una piel pálida e impecable que brillaba bajo la luz pura de la luna. Sus anchos hombros descendían hacia un pecho y unos abdominales cincelados, un cuerpo hecho de líneas firmes y poder contenido.

Y, más abajo, su intimidad masculina —firme, pesada, cargada del instinto propio de su linaje— respondía a mi silencioso escrutinio, tensándose con una lentitud peligrosa, como si mi mirada despertara al lobo que dormía bajo su piel.

No podía creer lo enorme que era; recorrida por gruesas venas y palpitante, prometiendo estirarme bien por dentro.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello, atrayéndole hacia la cama. Al apretar nuestros cuerpos, ese familiar y tenue aroma me inundó de nuevo.

—Thorne, hueles jodidamente bien —murmuré, frotando mi húmedo contra su muslo.

Sonrió con suficiencia, sus ojos carmesí oscureciéndose de pura lujuria.

—Rowena, voy a follarte hasta que grites mi nombre.

Él me inmovilizó, sus manos fuertes guiaron mis piernas hacia los lados mientras se hundía en mí de una sola embestida, reclamando mi cuerpo con una determinación feroz.

Jadeé. Mi interior lo recibió con un impulso involuntario, estrechándose alrededor de él mientras me movía sin descanso, sus caderas golpeando las mías en un ritmo salvaje que me dejaba sin aliento.

—Te sientes increíble… así, rodeándome —gruñó contra mi piel, atrapando mis pechos con la boca mientras una de sus manos descendía entre nuestros cuerpos, tocándome con precisión devastadora para arrancarme aún más.

Me corrí con fuerza la primera vez, estremeciéndome y chorreando alrededor de su miembro, pero él no se detuvo, ágilmente me dio la vuelta y me embistió por detrás, haciéndome correr una y otra vez, dándome esas oleadas de placer que me recorrían el cuerpo.

—¡Oh, Dios, Thorne, me haces sentir tanto! ¡Más fuerte, hazme tuya como siempre lo deseas! —supliqué—.

Él lo hizo, con una resistencia inagotable, reclamándome con fuerza y cuidado al mismo tiempo. Sus embestidas eran firmes y salvajes, pero llenas de ternura, mientras sus labios recorrían mi cuello con delicadeza que me hacía temblar.

Me llevó al éxtasis cinco veces esa noche, su cuerpo perfecto dominando el mío hasta que estuve completamente satisfecha, agotada pero dichosa cuando el amanecer rompió en el horizonte.

Tres meses después, desde casa me llegó la noticia de que Clara estaba embarazada.

Me quedé atónita al enterarme. En miles de años, ningún híbrido humano-bestia había sido concebido en tan solo tres meses.

Si no hubiera visto su vientre hinchado con mis propios ojos, no lo habría creído.

La manada de hombres lobo organizó una celebración para el cachorro nonato, invitando a todos los clanes principales a felicitarlos.

—¡Parece que la diosa de la luna nos favorece a los hombres lobo! ¡Un heredero en tan solo tres meses!

Jax levantó su copa con una expresión de suficiencia absoluta.

La gente se abalanzó sobre él para adularlo. Todo el mundo pensaba que el próximo gobernante de la alianza estaba emparentado con los hombres lobo. Este era el momento ideal para lamerle las suelas.

Basado en el estatus, yo debería haberme sentado al final con Thorne.

Pero Clara hizo que Jax me sentara justo a su lado. Ella no se perdería la oportunidad de restregármelo en la cara.

Se frotó la barriga, dándome una mirada burlona.

—Hermana, tres meses y tu barriga está plana como una tabla. Supongo que es porque no eres de sangre pura; incluso tu útero es inservible.

Los cachorros híbridos tenían cuerpos especiales; solo necesitaban dos meses para nacer.

Según mis cálculos, sería el mes que viene.

Clara había ganado muchísimo peso; su estómago estaba enorme e hinchado.

Ella no sabía que la mezcla entre hombre lobo y humano eran grandes por naturaleza. Sin cuidar su dieta, el parto de este híbrido sería un infierno para ella.

En mi vida pasada, había controlado mi peso, pero la labor de parto aun así había durado un día y una noche enteros. El dolor era tan intenso que casi acaba con todo. Pero ver a mi cachorro nacer sano y salvo, durmiendo en mis brazos, hizo que valiera la pena.

Levanté mi copa, tomé un sorbo y dije con calma: —El embarazo más rápido de la historia fue de un año. Tú lo lograste en tres meses; el truco que usaste, solo tú lo sabes.

Clara giró la cabeza bruscamente, mirándome fijamente, sus ojos eran culpables y titilantes.

—Rowena, ¿qué demonios quieres decir?

Solo un pequeño empujón, y entró en pánico. Clara no pudo contener la calma.

—¡Por un parto sin problemas!

Levanté mi copa por ella, luego encontré a Thorne y nos fuimos juntos.

Un mes después, Clara estuvo de parto durante tres días y tres noches antes de dar a luz al cachorro.

Sin embargo, pasaron siete días, y la manada no había mostrado al cachorro públicamente. Incluso a mi padre lo rechazaron cuando intentó visitar a Clara.

Algo definitivamente estaba mal con ese cachorro.

Medio mes después, mi padre me llamó para que fuera a casa.

Antes de irme, vi la mirada excesivamente preocupada de Thorne, así que le pedí que me acompañara.

En la sala de estar, Clara sostenía un cachorro híbrido de lobo de pelaje rojo. Sentada en el suelo, lloraba fuerte.