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Capítulo 3

Penulis: Luna Roja
Seguí el convoy de Lucian hasta un club privado al este de la ciudad.

Era exclusivo para miembros de la Familia Marino. Por suerte, los guardias de la entrada reconocieron mi auto y me saludaron con un gesto respetuoso.

Me estacioné del otro lado de la calle y me quedé observando desde la ventanilla de mi auto.

En cuanto se abrió la puerta del auto, vi a Sophia con un vestido rojo entallado y tacones de diez centímetros, lanzándose a los brazos de Lucian como una gata en celo.

—Mi amor, ese show de drones me dio muchísima envidia.

Lucian le dio unas palmaditas en la espalda, con un tono consentidor.

—¿No te bastaron los fuegos artificiales de tu cumpleaños hace unos días? ¿Eres un pajarito muy ambicioso? Qué ingenua. Vas a tener todo lo que quieras, pero este no es el momento. Te lo prometí, si te portas bien y no dejas que Nora se entere de nuestro jueguito, todo el poder y el estatus que ella tiene algún día también serán tuyos.

Al escuchar eso, sentí una punzada en el corazón, como si mil cuchillos me atravesaran el pecho.

Recordé el espectacular show de fuegos artificiales en el lado oeste de la ciudad, hace unos días.

Esa noche, Lucian había dicho que iba a encargarse de un traidor de la familia y no volvió en toda la noche.

Yo estaba tan preocupada de que le hubiera pasado algo que no dormí en toda la noche.

Resulta que la verdadera amenaza era mi esposo durmiendo en la cama de mi hermana. Y yo, su esposa, era la verdadera tonta a la que mantenían engañada.

Sophia soltó un quejido coqueto mientras trazaba círculos provocadores sobre el pecho firme de Lucian con las yemas de los dedos.

—¿Ni siquiera puedo ponerme celosa, mi Don?

—Está bien, ¿qué le voy a hacer? Eres mi consentida, después de todo. Ahora, te tengo algo especial para esta noche.

Sophia le susurró algo al oído y luego lo jaló de la corbata.

Los ojos de Lucian se llenaron de deseo.

—¿Y qué esperas? Dime qué es.

—Lo vas a averiguar cuando lleguemos arriba. Tendrás que desenvolver tu regalo tú mismo.

Ahí mismo, en público, Lucian la cargó en brazos y se dirigió a la entrada del club.

Sophia gritó, y el resto de sus palabras se perdieron en el beso de Lucian.

Las puertas del ascensor se cerraron, llevándolos a la suite presidencial en el último piso.

Yo seguía en mi auto, viendo cómo sus siluetas desaparecían dentro del ascensor.

Siete años de matrimonio, y para él no significaban nada.

Aunque ya lo sabía todo, verlo con mis propios ojos fue tan doloroso como mil puñaladas más.

Las lágrimas que había estado conteniendo por fin cayeron, resbalando por mis mejillas.

Recordé cómo, cuando recién nos casamos, Lucian había jurado por el honor de la Familia Marino que pasaría conmigo todo el día de nuestro aniversario, cada año.

Pero ahora, un solo mensaje de Sophia había sido suficiente para que rompiera ese juramento sagrado.

Había perdido. Respiré hondo, tratando de reprimir el torbellino de emociones que sentía.

Solo tres días más. En tres días, escaparía de todo esto.

***

Eran las dos de la mañana cuando regresé a la propiedad. Fui a un cuarto de huéspedes y cerré la puerta con seguro.

A las tres y media, escuché que Lucian regresaba.

—¿Eleonora? ¡Eleonora!

Gritaba mi nombre desde la recámara principal, con la voz cada vez más desesperada.

—¡Maldita sea! ¿A dónde se fue?

Luego escuché su grito furioso.

—¡Idiotas! ¿Perdieron a la jefa?

—Don, el auto de la jefa no está en la cochera. Tal vez salió.

Respondió el mayordomo, temblando.

—¡Encuéntrenla! Pongan la ciudad de cabeza si es necesario, ¡pero encuéntrenla!

Los pasos se acercaban mientras él buscaba de cuarto en cuarto.

Cuando abrió la puerta del cuarto de huéspedes, fingí que me acababa de despertar.

En el momento en que me vio, su enojo se desvaneció, reemplazado por el pánico puro de un hombre que creyó haberlo perdido todo.

—Casi me matas del susto. ¿Por qué no me avisaste que habías vuelto? ¿Tienes idea de que estuve a punto de mandar balacear todo el lugar porque no te encontraba?

Corrió hacia mí y me envolvió en un abrazo apretado, su cuerpo temblaba ligeramente.

—No podía dormir, así que vine a otro cuarto. ¿Qué pasa?

Le di unas palmaditas suaves en la espalda.

—Nada. Es que me aterré cuando no te encontré.

Me besó el cabello, y su voz todavía reflejaba el miedo que había sentido.

Si de verdad te importara, no habrías tocado a otra mujer. Y mucho menos a mi hermana.

—No me sentía bien, así que regresé temprano a descansar. Se me olvidó avisarte.

Después de vivir rodeada de mentiras por tanto tiempo, ahora yo también podía mentir a la perfección.

Lucian, con una actitud de alivio, se acostó a mi lado y me rodeó con sus brazos como si yo fuera un tesoro invaluable.

—No vuelvas a hacer eso. Me voy a volver loco si no te encuentro.

—Sabes que haría lo que fuera por ti.

Cerré los ojos, con una sonrisa irónica en los labios.

***

A la mañana siguiente, preparé una caja de regalo elegante.

Adentro puse el anillo con el sello de la familia que simbolizaba mi estatus como la jefa, junto con los papeles del divorcio que había redactado y firmado durante la noche.

—Este es mi regalo de aniversario para ti.

Tomó la caja, con los ojos llenos de sorpresa.

—¿Lo abro ahora?

—No. Espera dos días. Así será más especial.

Asintió obedientemente y guardó la caja con cuidado en su caja fuerte.

—Te va a encantar mi regalo.

En dos días, yo ya habría desaparecido de su mundo. Para entonces, este regalo le diría toda la verdad.

Cuando terminé de hablar, sonó el timbre.

La puerta se abrió y reveló la cara de Sophia, bañada en lágrimas y con un aire lastimero.
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