Dos Hermanas, Un Secreto Del Don

Al notar que no había tocado la naranja que me había pelado, Lucian me limpió con el pulgar una mancha de vino de la comisura de los labios.

—Cariño, ¿qué pasa? ¿Te sientes mal?

Ver el cariño en sus ojos solo me provocó asco.

Un momento estaba hablando del cuerpo de mi hermana con sus hombres y, al siguiente, era el esposo perfecto, perdidamente enamorado de su mujer.

Me pregunté cuánto tiempo más podría mantener esa actuación magistral.

—No es nada. Solo me preguntaba, ¿de qué estaban hablando hace un momento?

Lucian me pellizcó la mejilla con naturalidad y se rio con ternura.

—Hablamos de un negocio de armas. Sé que no te gusta escuchar de esa parte del negocio, por eso usamos italiano.

Debía de estar tan perdido en sus excesos últimamente que se olvidó de que mi abuela era siciliana y que yo entiendo italiano desde niña.

El humo y el licor en el aire de pronto se sintieron sofocantes. Lo aparté.

—Por favor, sigan. Voy a tomar un poco de aire fresco.

Sin esperar la respuesta de Lucian, caminé a la terraza de la finca.

A mi paso, las otras mujeres me lanzaron miradas de envidia.

—Miren a nuestra Donna, qué afortunada. El Don le organiza una fiesta increíble cada año.

—Sí, es la reina de la familia Marino. Quién estuviera en su lugar.

Antes, escuchar esos halagos me hacía sentir orgullosa y feliz. Creía que había encontrado al mejor esposo del mundo.

Pero ahora solo sentía la ironía y una desolación. Nadie conocía los juegos sucios que Lucian, el hombre que supuestamente me amaba hasta la muerte, jugaba a mis espaldas.

Ayer me había metido a escondidas en su estudio para dejarle el regalo de aniversario que le había preparado. Era un área restringida, un lugar que guardaba muchos de los secretos de la familia Marino y al que ni siquiera yo tenía la oportunidad de entrar muy seguido.

Pero esta vez, percibí el perfume de mi hermana, Sophia. Ese aroma barato y empalagoso estaba impregnado en el sofá de piel, pegado a su saco y envenenando el aire.

En el momento en que salí de ese estudio, supe que mi matrimonio con Lucian había terminado.

La vibración repentina de mi celular interrumpió mis pensamientos.

“Vi que aceptaste la oferta del proyecto. Abandonaste tu carrera por Marino hace tantos años. Me alegra mucho ver que vas a volver.”

“Enviaré a alguien a recogerte en tres días.”

“Puedes usar estos días para despedirte de tu familia.”

Al escuchar la palabra “familia”, sentí dolor y apreté el celular con fuerza. Desde que mis padres murieron en una vendetta hace cinco años, Lucian era la única familia que me quedaba. Pero ahora que me había traicionado, ya no lo era.

—Profesor, eso no va a ser necesario. Le pido que solicite por mí el nivel más alto de seguridad y que borre todos mis registros públicos.

La voz de mi tutor, de sorpresa, se escuchó a través del teléfono.

—¿Por qué? Una vez que borren esos registros, Eleonora Vettori desaparecerá de la faz de la tierra. Lucian se volverá loco cuando no te encuentre.

Me reí con amargura. Sentí que me ardían los ojos.

Después de dejar la escuela de medicina, mi única práctica médica fue curarle las heridas a Lucian después de sus tiroteos. Me había perdido a mí misma y no había ganado nada a cambio.

Mi tutor se quedó en silencio. Tras un largo momento, suspiró.

—Me pareció extraño que aceptaras la oferta ayer. Nunca me imaginé… Está bien. Organizaré el nivel más alto de seguridad para ti. Solo pon tus asuntos en orden en estos tres días.

Al escuchar que mi tutor estaba de acuerdo, por fin respiré aliviada. El protocolo de seguridad significaba que ya no tenía que romperme la cabeza buscando una forma de dejar a Lucian.

—Gracias, profesor.

Cuando las palabras salían de mi boca, una voz familiar sonó detrás de mí, haciéndome sobresaltar.

—Cariño, ¿quién dijiste que fue traicionado?