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Capítulo 4

Author: Estela
—Buenos días, Señorita Mariana —Luciana se giró.

Aquel día llevaba una blusa con escote en V y, mientras hablaba, tiró discretamente del cuello hacia abajo, dejando ver las manchas irregulares de besos en su pecho.

La náusea volvió a subirle de golpe. Mariana dio media vuelta para irse.

Justo entonces, Emilio salió de la cocina con un plato de huevos fritos. Al verla, habló al instante:

—Mariana, espérame. Vamos juntos a la empresa.

—No voy a la empresa —respondió sin mirarlo—. Voy al hospital.

—¿Al hospital? ¿Qué tienes? —Emilio dejó el plato en la mesa—.Te acompaño.

Estaba por acercarse a ella cuando Luciana lo sujetó del brazo.

—Emilio… ¿ya se te olvidó? Dijiste que hoy ibas a estar conmigo…

Su voz tenía una fragilidad estudiada, casi inocente, con un dejo de queja que parecía pensado para hacer que cualquiera se detuviera.

Tal como Mariana esperaba, Emilio vaciló y frenó el paso.

Nada fuera del guion. Mariana ya no tenía ánimo para lidiar con las falsas emociones de Emilio. Simplemente se marchó.

Emilio miró su figura alejarse y, sin saber por qué, sintió un pequeño temblor de inquietud.

Pero enseguida pensó que Mariana lo amaba tanto… solo no la acompañaría al hospital; a lo mucho se enojaría un rato. ¿Qué podía pasar?

En el hospital, después de los exámenes.

—Su gastritis empeoró otra vez —dijo la médica revisando la hoja—. Le voy a recetar algo. Acuérdese de tomarlo a tiempo.

Mariana soltó un suspiro de alivio.

Por suerte… no estaba embarazada.

—Señorita, ¿ha estado muy cansada últimamente? ¿Se desvela? ¿Come a deshoras? —la doctora la miró con gravedad—. Usted es joven, sí, pero si no se cuida, este problema puede convertirse en algo serio más adelante.

Mariana sonrió con amargura.

En ese proyecto había quemado toda su energía, incluso a costa de su propia salud.

Aunque ahora ya estaba en la recta final; no era necesario seguir así.

—Gracias, doctora. Voy a tener cuidado.

—No solo ahora. De aquí en adelante tampoco puede seguir con ese ritmo.

—Sí —respondió con un hilo de voz—. No volverá a pasar.

Salió del hospital con las medicinas y regresó a la empresa.

Apenas salió del elevador, escuchó una voz suave y cordial:

—Como ya seremos compañeros, traje un pequeño regalo. Por favor, tomen lo que quieran.

—¡Ay, son pastelitos de Rey Pastel! Esa tienda es carísima.

—Señorita Luciana, qué detallazo.

—Mientras les gusten…

Los compañeros de la oficina presidencial rodeaban a Luciana como si fuera una estrella, y ella les entregaba pastelito por pastelito.

—Secretaria Mariana, ya llegó —alguien la saludó—. Venga, le presento a la nueva señorita Luciana Navarro.

Luciana levantó la mirada y curvó los labios.

En esa sonrisa había provocación. Y un destello de burla.

Mariana frunció ligeramente el ceño, la ignoró y caminó hacia su escritorio.

La asistente se acercó, llena de indignación.

—Mariana, ¡esto no se vale!

—¿Qué pasó?—Mariana abrió la computadora, lista para revisar una tabla del proyecto.

—Usted se desveló, se mató trabajando por ese proyecto… ¿por qué ahora otra persona va a quedarse con todo.

Los dedos de Mariana se detuvieron.

—¿Cómo que quedarse con todo?

—El jefe lo anunció hace un momento. El proyecto que usted ha llevado desde el principio… desde hoy lo toma la señorita Luciana —la asistente estaba furiosa.

Una oleada caliente le golpeó las sienes.

Con razón Luciana tenía esa expresión hace un rato.

Era tan fácil arrebatarle medio año de trabajo sin sudar una gota.

Mariana se puso de pie y entró directamente a la oficina de Emilio.

—¿Le vas a dar el proyecto a Luciana?

Seguramente ya sabía que ella vendría. Emilio la miró con calma.

—Has estado demasiado agotada —dijo con voz suave—. Hoy incluso fuiste al hospital. Me preocupa tu salud. Es mejor que Luciana se haga cargo.

Mariana soltó una risa helada.

—El proyecto ya está en la última fase. Lo más pesado ya pasó. Cuando termine… ¿el mérito de quién será?¿qué nombre va a aparecer como responsable?

Ella casi arruinó su cuerpo por ese proyecto, y Emilio creía que una frase ligera bastaba para que Luciana disfrutara del resultado.

—¡Mariana! —el rostro de Emilio se endureció—. En la cooperación futura con la familia Beltrán quiero que Luciana participe. Si puede presentar este logro, facilitará mucho las negociaciones. ¿Podrías ser un poco más razonable?
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