Ya entrada la madrugada, Mariana no podía pegar un ojo.Con la boca seca, salió de la habitación para servirse un vaso de agua. Al pasar frente al cuarto de Emilio, vio que la puerta estaba entreabierta, dejando escapar una luz cálida y tenue.Después de aquella llamada que escuchó la noche anterior, Mariana había puesto como excusa sentirse mal y se mudó a la habitación de invitados.Ahora, desde el dormitorio de Emilio, se filtraba un sonido leve.Un sonido demasiado íntimo.Poco después, la respiración entrecortada de Emilio rompió el silencio.—Luciana… deja de provocarme. Estamos en mi casa.—¿Qué? ¿Te da miedo que ella se entere? —la voz de Luciana sonaba dulce, pegajosa—. Emilio, ¿a qué le temes? Nosotros somos los esposos legales. Tenemos el acta.—Luciana —la voz de Emilio de pronto se volvió seria—. Lo nuestro ya quedó en el pasado.—Emilio…—Si no fuera por ayudarte a librarte de tu exmarido golpeador, jamás habría sacado el acta contigo. Mariana lleva cinco años conmigo; el
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