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Capítulo 2

Penulis: Shirley
Hace más de una década, la familia Rossi quedó atrapada en una guerra por el territorio.

Mi madre murió protegiéndome, usando su cuerpo como escudo contra una bala disparada por una familia rival. El proyectil calibre .45 le atravesó el corazón.

La perdí ese día. Unos años más tarde, cuando yo tenía quince, mi padre contrajo una deuda de sangre con la familia Falcone por un negocio de drogas fallido; una deuda impagable.

Don Corrado se nos acercó a mi hermana y a mí con una oferta: un contrato para pagar los pecados de nuestra familia con nuestra juventud. Era nuestra única oportunidad de evitar que nos aventaran al fondo del río Hudson.

Y así fue como nos enviaron aquí, reducidas a simples monedas de cambio.

Horton debió darse cuenta de que había ido demasiado lejos. Sacó a Luca de la habitación a empujones y cerró la puerta con llave desde fuera.

Caminó de regreso hacia mí, me separó bruscamente de la pared y me aventó sobre la cama. Me limpió las lágrimas con el pulgar, sin ninguna delicadeza.

—Creí que sabías las reglas —dijo con tono seco, aflojándose la corbata—. No te desquitas con el futuro Don. Le debes una disculpa a Luca.

Se inclinó sobre mí, presionando su cuerpo contra el mío, y comenzó a arrancar los botones de mi camisa.

Luego, sacó un cheque del bolsillo interior de su traje y lo azotó sobre el buró.

—Es tu cumpleaños. Aquí está tu pago. Considéralo una compensación por tu... desempeño a lo largo de los años.

Lo dijo con desprecio. Me agarró del mentón para obligarme a mirar el cheque, mientras su otra mano empezaba a recorrer mi cuerpo.

Lo empujé y me bajé de la cama a toda prisa.

—El contrato ya casi se acaba —dije, con una voz que me asustó por lo calmada que sonaba—. Me voy a ir pronto.

—¿Crees que puedes amenazarme?

—Luca perdió a su mamá, ¿y tú le guardas rencor a un niño? —La cara de Horton se torció de rabia.

—Él es solo un niño, pero ¿tú? Ya estás grandecita. ¿Por qué no puedes ser una madre de verdad y tenerle compasión? Ya aprenderá las reglas cuando crezca.

—Tengo negocios que atender. Deja de enfadar con este drama absurdo. No tengo tiempo para andarte consolando.

Quise decirle que nunca había necesitado que resolviera mis problemas. Solo deseaba el respeto que me merecía. Nunca me atreví a esperar nada más.

Pero para Horton, cada palabra que salía de mi boca parecía un desafío a su autoridad. Su mirada se volvió peligrosa, perdiendo cualquier rastro de calidez.

—Tengo verdaderos asuntos de la familia que atender —gruñó, caminando hacia la puerta y azotándola al salir—. No vas a salir de este cuarto hoy.

Escuché el clic de la cerradura por fuera. Estaba encerrada en mi propia habitación, tratada peor que una prisionera.

Había perdido la cuenta de cuántas veces me había humillado de esta manera. Solo era un desahogo conveniente para sus frustraciones, menos que aire para él, a menos que me necesitara para algo.

Las gotas de lluvia golpeaban el cristal de la ventana. Me senté en el suelo y pasé la noche entera tratando de volver a armar la pluma fuente antigua.

Por supuesto, era imposible. El metal roto nunca podría arreglarse. Pero lo intenté una y otra vez, sin nada más que un tubo de pegamento barato y una obsesión desesperada.

Cada pequeño fragmento me cortaba las yemas de los dedos. La sangre goteaba sobre el manuscrito, mezclándose con la tinta para formar manchas de un rojo oscuro.

Fui pegando pieza por pieza, como si con eso pudiera arreglar también mi corazón destrozado.

Cuando el primer rayo de sol se filtró por las persianas, escuché pasos. La cerradura giró. Un hombre de traje negro se paró en el umbral, con una mirada dura como la piedra.

—El Don quiere verla —dijo sin emoción—. Ahora.

Me puse un abrigo y lo seguí. Esas eran las reglas de la familia. Cuando el Don te llama, vas.

El olor a humo de puro flotaba en el aire cuando entré al despacho privado de Don Corrado. Estaba sentado detrás de un enorme escritorio de nogal, tamborileando los dedos sobre la superficie.

Al verme, un destello de decepción cruzó sus ojos profundos.

—Ya sé lo que pasó anoche. Luca tiene sangre Falcone: es orgulloso y terco. Pero has sido su madre por cinco años, Christine. Lo que hay entre ustedes va más allá del contrato. Se acuerda de que has sido buena. Dale tiempo. Ya entenderá lo que significa la famiglia.

Luego, sus ojos, que habían visto décadas de derramamiento de sangre, se clavaron en los míos.

—¿En serio estás lista para romper el juramento de sangre de los Rossi y tirar a la basura todos estos años de sacrificio?

Sus palabras me golpearon el pecho como martillazos.

Pero si en una familia ya no queda amor ni respeto, ¿todavía se le puede llamar famiglia? Mi mente divagó sin control hacia mi difunta hermana, Seraphina.

Sabía que a Seraphina y a Horton los habían considerado la pareja perfecta desde niños.

Compartían la misma inteligencia calculadora, la misma hambre de poder. Habían peleado lado a lado en este mundo brutal desde que eran jóvenes, y forjaron un vínculo profundo.

Mi hermana siempre había sido la hija deslumbrante y brillante de una familia mafiosa, mientras que yo siempre estuve a su sombra. Poca gente recordaba siquiera que la familia Rossi tenía una hija menor.

Por eso, mis sentimientos por Horton tuvieron que quedar enterrados muy profundo.

Aunque nuestro padre nunca quiso que nos casáramos para volver al sangriento mundo de la mafia, el destino tenía otros planes. En el momento en que la familia Rossi cayó, mi hermana y yo nos convertimos en monedas de cambio.

Luego, hace cinco años, Seraphina murió de una enfermedad hereditaria. Eligió sufrir sola, negándose a que nadie viera su debilidad, y me hizo jurar que guardaría su secreto.

Horton cambió después de eso. Fue como si hubiera perdido la mitad de su alma. Traía a casa mujer tras mujer que tuviera algún parecido con Seraphina, perdiéndose en noches salvajes.

Ni siquiera podía mirar a su propio hijo, porque cada expresión de Luca era un recordatorio de su pérdida.

Don Corrado estaba muy preocupado. No podía dejar que el heredero de la familia creciera y se convirtiera en un monstruo despiadado en un ambiente sin amor materno.

Pero tampoco podía confiarle una responsabilidad tan grande a cualquier extraña. Le preocupaba que una fuereña con segundas intenciones usara al niño para ganar poder dentro de la familia. Así que recurrió a mí. Casarme con Horton, convertirme en la madre de Luca y asegurar el futuro de la familia.
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