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La Dama que Nunca Cayó
La Dama que Nunca Cayó
Auteur: Clara Valiente

Capítulo 1

Auteur: Clara Valiente
Ya había pasado un mes desde la muerte de su mamá cuando Julieta logró encontrar a Tomás, el hombre con el que hace poco se había casado, en la sala reservada de un bar.

Él tenía muy abrazada a una mujer que se parecía un poco a ella y la miraba con una infinita ternura que Julieta jamás le había visto antes.

Julieta la reconoció enseguida: era Emilia Fuentes, el primer amor de Tomás, a la que le había propuesto matrimonio con un espectáculo de fuegos artificiales que costó diez millones de dólares.

Y fue gracias a la tal Emilia que Julieta logró encontrar este lugar.

Media hora antes, había recibido una solicitud de amistad de Emilia. Apenas la aceptó, le llegó una lluvia de mensajes provocadores:

“Julieta, tu flamante esposo me hizo el amor toda la noche el día que te casaste. Me dijo que me amaba noventa y nueve veces, las conté”.

“Que tu esposo se olvide de ti la noche en que te casaste con él… ¿no te dan ganas de morirte? Si todavía te queda algo de dignidad, mejor déjalo y arréglatelas tú sola”.

Durante cinco años, Julieta cuidó con esmero a Tomás todos los días. Si no fuera por esa propuesta en público, jamás habría sabido que él estaba enamorado de otra mujer antes de ella.

Y ahora ese “primer amor” aparecía para provocarla de forma tan descarada.

Pero Julieta no era fácil de intimidar. Cuando recibió la ubicación que Emilia le envió, fue directo hacia allí.

Apenas entró, escuchó la voz de uno de los amigos de Tomás.

—Tomás, llevas un mes sin volver a casa. Si Julieta se entera, ¿no vendrá a hacer un escándalo? Es insoportable cuando se pone a reclamar, quiere controlar todo, no te dejará ser libre.

Julieta se detuvo en seco, y lo miró con rabia.

Tomás estaba sentado, usando sus manos tan bien cuidadas para darle uvas en la boca a Emilia.

Solo cuando vio que Emilia se pasó la uva, él habló, con indiferencia:

—Julieta solo fue el reemplazo de Emilia. La noche de bodas me fui y le propuse matrimonio a Emilia en una ceremonia bien romántica. No le he contestado mensajes ni llamadas en todo el mes, ¿no es obvio lo que significa eso? Si se le ocurre molestarme otra vez, no sé cómo pueda reaccionar.

Lautaro Rivas comentó con cinismo: —Tal cual. Estuviste con ella solo por el proyecto de investigación de su mamá. Eres brillante, tienes a Julieta comiendo de la palma de tu mano.

Julieta sintió cómo su cuerpo le empezaba a doler y temblar. Decidida, caminó hacia ellos.

Tomás se quedó petrificado al verla.

—¿Julieta?

—Tomás, si querías el proyecto de mi mamá, solo tenías que decírmelo. Pudimos haber trabajado juntos. ¿Por qué tuviste que jugar de esa manera tan cruel con mis sentimientos? Si en tu corazón había otra mujer, ¿por qué me buscaste?

Su tono era tranquilo, pero lleno de resentimiento.

En esos días ya había descubierto que Tomás era un mentiroso y, un patán. Solo estuvo con ella por la tecnología de su mamá.

Pero incluso sabiéndolo, escuchar cómo él lo admitía sin vergüenza alguna le partía el alma.

Tomás no mostró el menor remordimiento. Al contrario, abrazó aún más fuerte a Emilia y le dio con descaro un beso en la mejilla, como si quisiera presumir lo mucho que la adoraba.

Con una sonrisa cínica, dijo:

—Julieta, como escuchaste todo, no tengo más que decir. Han sido cinco años largos y estoy cansado. Yo amo a Emilia. Estuvo mal mentirte, pero te lo voy a compensar.

Emilia se puso de pie con arrogancia, como dejando claro que ella había ganado.

Su mirada celosa se fijó en la cara de Julieta, y en sus facciones más delicadas.

—Eres Julieta, ¿no es así? Gracias por cuidar de Tomás todos estos años mientras yo no estaba en el país.

Desafiante, Julieta también la miró a los ojos, y le respondió con una sonrisa de desprecio.

—Se me da bien cuidar perros. Lo único malo es cuando tu mascota cree que tiene derecho a morderte. Eso sí que da asco.

Todos se quedaron en completo silencio: ¿¡perro!?

Tomás enfureció, pero Julieta todavía sonreía, despreocupada, mientras sus ojos seguían fijos en Emilia.

Ella sabía dejar ir cuando era necesario.

Pero ese patán debía pagar un alto precio.

Su nuevo producto estaba por salir al mercado. Sin la ayuda de su mamá, jamás tendría éxito.

Julieta lo fulminó con la mirada y dijo con absoluta calma:

—Tomás, quiero divorciarme. La razón es bastante obvia, no tienes valores, eso es lo único que explica lo que me hiciste. En cuanto al acuerdo de divorcio, te lo haré llegar a la empresa.

—¿Divorcio?

Tomás pareció sorprenderse un poco, luego empezó a burlarse.

—Julieta, estás tan enamorada que no puedes vivir sin mí. ¿En serio vas a pedirme el divorcio?

Todos los que estaban ahí, quedaron sorprendidos.

¿Julieta… divorciarse?

—Jajaja…

Lautaro no pudo evitar reírse.

—Julieta, entiendo que estés dolida, pero el hecho que digas que quieres divorciarte me da mucha risa. ¿En serio puedes dejar a Tomás? Estos años has vivido solo para él. Te lo digo en serio: Emilia volvió, y ya no sirve eso de hacerte la difícil. Ella es increíble. No puedes competir con una mujer tan completa como ella; tú no eres más que una simple ama de casa.

Tomás también pensó que Julieta solo quería llamar su atención. Ella no podía alejarse de él, pero él sí quería terminar todo con ella.

—Está bien, Julieta, divorciémonos y listo. Por los cinco años juntos, te daré diez millones de dólares como compensación.

Tomás era orgulloso. Sí, había usado a Julieta, pero estaba dispuesto a pagar.

Estaba convencido de que Julieta no aceptaría el divorcio, que ella solo quería atención.

Durante esos cinco largos años, siempre supo lo mucho que ella lo amaba.

Pero Emilia había vuelto, y a ella debía darle lo mejor.

Por el contrario, Julieta no rechazó el dinero. Sabía que iba a salir adelante sin él, por más que le doliera el corazón.

Cinco años de amor sincero… para estos idiotas, solo fue una boba mendigando cariño.

—Tomás, el proyecto de mi mamá está valorado en cien millones de dólares. ¿Me quieres despachar con solo diez millones de dólares? Dame veinte millones en cheque. Cuando quieras. Pero asegúrate de escribir que es una donación voluntaria.

Después de decir esto, la sala quedó en absoluto silencio.

Tomás sintió un extraño fastidio.

¡Ella en serio quería el dinero!

Sin embargo, enseguida sacó una chequera de su bolso.

Con tono casual, dijo:

—Julieta, estos cinco años entre nosotros fueron solo un negocio, y te corresponden veinte millones de dólares como pago por ello. Cuando cobres la plata, no vuelvas a buscarme. Y no molestes para nada a Emilia. Dentro de poco va a participar en el certamen de diseño de modas en Diseño Estrella.

Julieta con rabia apretó los puños aún más.

Cinco largos años… ¿y para él era solo un negocio?

Sí, salía perdiendo. Pero al menos, se estaba deshaciendo de ese tipo tan despreciable. Está bien. Lo aceptó, sin dudar:

—De acuerdo.

Además, ella también iba a participar en Diseño Estrella. Iba a demostrarle con orgullo a Tomás que no era ninguna inútil.

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