Share

Capítulo 04

Author: Valentina García
Apenas terminó de hablar, Gabriel se dio media vuelta y salió corriendo del aeropuerto.

Julieta se quedó quieta unos segundos, luego sacó su celular. Como lo sospechaba, Camila Figueroa había hecho una publicación.

No decía nada. Solo había publicado una imagen: la pintura que Gabriel había comprado.

Y con eso había sido suficiente para que Gabriel no lo pensara dos veces antes de romper su promesa y dejarla sola.

—Señorita, ya es hora de abordar —le recordó el personal.

Julieta salió de su ensimismamiento, y, sin mirar atrás, decidió andar en dirección opuesta a él.

Al aterrizar, recibió un mensaje inesperado de Gabriel.

«Llegaré en dos días. Diviértete mientras tanto.»

Julieta parpadeó, sorprendida. No era un «no voy», sino un… «llego después».

Parecía que Gabriel tenía prisa por cumplir su parte... y quitársela de encima de una vez por todas.

Sin embargo, ella no lo esperó, sino que contrató un guía local y se unió a un pequeño tour.

Su cuerpo no aguantaba el ritmo del grupo, así que la mayoría del tiempo lo pasaba acostada, sola, en una cabaña.

Cuando Gabriel por fin llegó, ella ya estaba haciendo su maleta para irse.

—Julieta, dejé mi trabajo tirado para acompañarte en esta locura, ¿y ahora resulta que me estás tomando el pelo? —preguntó, volcando la maleta de una patada.

Julieta se quedó mirando su ropa desparramada por el suelo, y soltó una risa amarga.

—¿Acompañarme? Si Camila Figueroa está justo en la habitación de al lado.

El rostro de Gabriel se tensó.

—Camila vino a pintar, nada más. ¡Deja de buscarle cinco patas al gato!

Julieta apretó los dedos, pero ya no tenía fuerzas para discutir, por lo que se limitó a recoger su ropa.

—¿Los interrumpo? —preguntó Camila, apareciendo en la puerta.

Gabriel olvidó de inmediato su enojo. Su rostro se suavizó, y se tornó ansioso, atento…

—Pensé que te sentías mal, ¿por qué te levantaste?

—Ay, no puedo quedarme en la cama todo el día. Escuché gritos y vine a ver si todo estaba bien.

—¿Tienes hambre? —preguntó Gabriel, mirándola con ternura—. Voy a buscarte algo de comer.

Ella asintió con una sonrisita.

Gabriel se giró para salir, pero, antes de dar el paso, se detuvo y miró a Julieta con fastidio.

—¿Y tú? ¿Quieres algo?

Julieta acababa de guardar la última blusa, una simple acción que la dejó empapada en sudor.

Detectó el cambio en el tono de Gabriel: de agresivo a incómodamente condescendiente, y, en voz baja, respondió:

—No, gracias.

Gabriel frunció el ceño.

—¡Pues muérete de hambre si quieres! ¡Con esa cara amarilla pareces un muerto!

Dicho esto, salió dando un portazo, dejando a Julieta y a Camila a solas.

Ya se habían visto antes. La familia Figueroa era de los nuevos ricos, y los Fuentes nunca los habían considerado «dignos». Por lo que, Camila, con su temperamento altanero y no soportando que la miraran por encima del hombro, se había ido a Europa para «hacer una carrera» y demostrar lo que valía.

Sin embargo, había vuelto… sin gloria, y lo primero que había hecho había sido contactar con su amor de la adolescencia.

Para Julieta, la situación era tan patética como predecible.

Con Gabriel fuera, Camila ni siquiera fingió cortesía.

—Cuánto tiempo sin vernos, señorita Ramírez —dijo, dándole una patada a la maleta que Julieta acababa de organizar y tirándola al suelo.

Ver su esfuerzo deshecho en segundos le encendió la sangre. Sabía que Camila lo hacía a propósito, que buscaba provocarla.

Y lo logró.

Julieta, sin pensarlo dos veces, le estampó una fuerte bofetada, en el mismo momento en el que Gabriel entraba en la habitación.

Llevaba un plato de fideos en las manos, el cual, al ver el rostro enrojecido de Camila y sus ojos llenos de lágrimas, dejó caer al suelo.

No pidió explicaciones ni escuchó razones, sino que simplemente se lanzó hacia Julieta con el rostro desencajado, y le cruzó la cara con una bofetada brutal.

—¡Julieta Ramírez, ya basta! ¡Estás cruzando todos los límites!

—Fue culpa mía... —sollozó Camila—. Yo tiré la maleta sin querer. Sé que no me quiere aquí... me voy.

Tras decir esto, salió corriendo y Gabriel fue tras ella sin pensarlo.

Pero Julieta lo detuvo.

—¡Gabriel!

Él se giró, furioso.

—La tercera cosa: quédate.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • La Última Carta   Capítulo 25

    Al verla disfrutar de su desgracia, Antonia no pudo evitar sonreír.Si no fuera porque las cámaras estaban prohibidas, sin duda le habría tomado una foto para mostrársela a Julieta en el más allá.Gabriel se humedeció los labios agrietados.—¿Y el amuleto?Antonia no respondió. En cambio, sacó una libreta de su bolso.Gabriel no apartó la vista ni un segundo de sus movimientos.Antonia presionó la libreta contra la pared de vidrio.—¿Qué es eso? —preguntó Gabriel, confundido.Él esperaba ver el amuleto.Ella no dijo nada, simplemente abrió la libreta para mostrársela.Gabriel quedó boquiabierto al leer lo que contenía.Cada página, cada línea, estaba cubierta con una escritura temblorosa.Antonia seguía en silencio, pero los labios de Gabriel temblaban visiblemente.Después de un momento, ella habló:—Gabriel, la carta que recibiste no fue escrita por Julieta. Nunca supiste cuánto dolor soportó en ese entonces. Aun así, con todo su sufrimiento, escribió esto.—Ella quería hacer diez co

  • La Última Carta   Capítulo 24

    Gabriel levantó lentamente la mirada.—¿Qué iban a decir? ¿Qué hubiese sido mejor qué?Su tono heló el ambiente. Quien había lanzado el comentario se encogió como un perro regañado, escondiéndose entre los demás.Gabriel soltó una carcajada fría.—¿Qué pasa? ¿Se quedaron sin valor? ¿Se arrepienten de no haber traído de vuelta al bastardo de mi padre?Ahora lo sabía. Todos en la familia Fuentes sabían que su padre tenía un hijo fuera del matrimonio. Todos... menos él.Él solo había perdido la vista por un accidente. Pero ellos aprovecharon la oportunidad para intentar destronarlo. Si no hubiera sido por Julieta, que lo cuidó, que nunca lo abandonó en esos meses oscuros... quizás ya lo habrían devorado vivo.El dolor le apretó el pecho, sofocándolo.Y en sus rostros... todos mostraban la misma expresión de sorpresa. Como si no pudieran creer que él lo supiera.Gabriel lucía más frío que nunca.—No solo no voy a entregar Ramírez Corporativo a ustedes, parásitos... ¡también voy a echarlos

  • La Última Carta   Capítulo 23

    —Julieta, ¿te parece bien si yo me encargo de vengarte? —susurró Gabriel con voz ronca.Apenas terminó de hablar, alzó la mano y estrelló una botella de licor sobre su propia cabeza.—¡Crash! ¡Crash! —El vidrio estalló con fuerza, y la sangre le empezó a correr por la frente, tiñéndole la camisa blanca de rojo oscuro.Se desplomó en el sofá, abrazando el retrato de Julieta como si fuera su única razón para respirar. Entonces, su celular sonó.—Lo siento, señor—dijo su asistente al otro lado de la línea—. Recibimos cientos de llamadas por la recompensa, pero ninguna dio con el amuleto que usted busca.—Entendido... —murmuró él, cerrando los ojos con profundo dolor.Al instante, ordenó que le reservaran un vuelo. Si no podía recuperarla, entonces iría él mismo a pedir otra igual.Horas más tarde, el avión aterrizó y Gabriel comenzó a ascender, paso a paso, hacia la cima donde se encontraba la Basílica de Guadalupe. Le habían dicho que solo los que llegaban con fe sincera y un alma limpia

  • La Última Carta   Capítulo 22

    Gabriel recibió decenas de mensajes de felicitación por su cumpleaños.Fue entonces cuando, como si despertara de un largo letargo, recordó qué día era.Era su cumpleaños.Parecía un autómata sin alma, con el cerebro completamente apagado.Sus dedos se movían de manera automática sobre la pantalla, hasta que sin saber cómo, llegó a los antiguos mensajes de Julieta.27 de mayo de 2024, 00:00 "Feliz cumpleaños, Gabriel."27 de mayo de 2023, 00:00"Feliz cumpleaños, Gabriel."27 de mayo de 2022, 00:00"Feliz cumpleaños, Gabriel."***Las palabras en la pantalla eran como bestias hambrientas que lo devoraban por dentro.Sentía que su cuerpo entero era desgarrado por una fuerza invisible. Cada hueso, cada músculo, cada rincón de su alma le dolía con una intensidad insoportable.Sus manos temblaban.El celular se le resbaló de las manos y cayó con fuerza al suelo.¿Debía culpar a Julieta por conocerlo tan bien?¿Saber que, aunque ella le escribiera, él nunca le respondería?¿O culparse a sí

  • La Última Carta   Capítulo 21

    Gabriel encerró a Camila en la casa solitaria.Le quitó el celular, todas sus pertenencias y no dejó ni una sola gota de comida. Cerró la puerta principal con llave, sin importar sus gritos.Después, se fue sin mirar atrás.Su teléfono no dejaba de sonar: su asistente lo llamaba una y otra vez. Cuando por fin contestó, del otro lado se escuchó un suspiro de alivio.—Señor Fuentes, al fin contesta. Tenemos un asunto urgente, necesita regresar cuanto antes.Gabriel no respondió. Su voz era fría, vacía.—Compra unas cajas de tequila. Mándalas a mi casa.Colgó antes de que el otro pudiera decir más.Selló todas las ventanas, cerró las cortinas y se quedó abrazado a la almohada que alguna vez había usado Julieta.Hundió el rostro en ella, respirando con desesperación el aroma que aún quedaba.Pero pronto se dio cuenta: hasta eso comenzaba a desvanecerse.Se quebró por completo.Gritó su nombre como un niño perdido en la noche, llorando con una pena que lo destrozaba. Nunca en su vida había

  • La Última Carta   Capítulo 20

    Se arrodilló, medio en cuclillas, como si fuera una carcasa vacía sin alma.Con manos temblorosas, Gabriel sacó con cuidado unas veladoras y una carta, y las colocó en el altar improvisado.Quería saber dónde estaba enterrada Julieta.La necesitaba. La extrañaba tanto que no podía dormir ni una sola noche sin pensar en ella.Le preguntó a su asistente. Pero este solo le mostró una carta anónima que había recibido: una copia de la baja de su CURP, su historial médico... y una foto de una lápida con su nombre, sin más datos.Nadie sabía dónde estaba enterrada Julieta.La noticia golpeó a Gabriel como un rayo.Pero entonces pensó en esa mujer que no dejaba de atormentarlo: Antonia Salazar.Había sido amiga de Julieta. Seguro ella sabía dónde descansaba.Quizás... incluso fue ella quien la enterró con sus propias manos.Sin pensarlo, salió disparado hacia el último lugar donde vivía Antonia.Pero al llegar, encontró el departamento vacío.También había cambiado su número de teléfono y elim

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status