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Capítulo 2

Author: 258w
—Hace tres años fue así, y ahora sigue siendo lo mismo. Valentina, ¿cuándo vas a parar?

Frente a las acusaciones de Ángel, fruncí levemente el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Mi exprometido, quien una vez me juró amor eterno, ahora me miraba con absoluto desprecio.

—Todo Nueva Alameda sabe que Corporación Colosal tiene la intención de colaborar con Sofía. Si no fuera para robarle el proyecto, ¿por qué regresarías repentinamente del extranjero?

«¿Corporación Colosal planea colaborar con Sofía? ¿Cómo que no estaba enterada de esto?»

Mi mirada vaciló un momento, y Ángel lo interpretó como nerviosismo por haber sido descubierta, por lo que, a su evidente desprecio se sumó ahora un atisbo de desdén.

—¿Crees que aún puedes aprovecharte de Sofía usando el nombre de los Rodríguez? Corporación Colosal no es como esas pequeñas empresas de Nueva Alameda, no les importa quiénes sean los Rodríguez. Si no quieres humillarte, mejor

Saqué mi invitación y la agité frente a él.

—Lo siento, pero fui invitada a la licitación. No tienes autoridad para echarme.

—No seas necia...

Cuando Ángel estaba a punto de amenazarme entre dientes, notó los murmullos de los periodistas presentes y pareció comprender algo, por lo que, mirándome con desprecio, me dijo:

—Valentina, ya te lo dije hace tiempo: nuestro compromiso está roto. ¿Podrías dejar de perseguirme? Sin importar lo que pase entre Sofía y yo, tú y yo no tenemos futuro.

—Te equivocas. Solo vine para la licitación. Ya estoy casada y no me interesa con quién decidas estar.

No bajé la voz al responder; más que explicarle a Ángel, quería aclarar la situación a los periodistas que nos rodeaban.

Los reporteros se quedaron en silencio, pero Ángel soltó una risa burlona.

—Valentina, ¿de qué sirve esto? ¿Crees que mintiendo sobre estar casada me pondré celoso? Te lo digo, ese truco de hacerte la difícil no funcionará. No me importa en absoluto si estás casada o no.

—Lo sé —asentí, entrando al ascensor que acababa de llegar a la planta baja.

Solo me importaba que los periodistas no escribieran mentiras; no me interesaba si Ángel me creía o no.

Mientras presionaba el botón para cerrar el elevador, Ángel entró precipitadamente, y las puertas se cerraron tras él, dejándonos a solas en ese espacio reducido.

—Dime, ¿qué necesitas para marcharte? —me preguntó con el rostro sombrío.

—¿Tan poca confianza tienes en Sofía? —pregunté, esbozando una media sonrisa.

—¿Cómo podrías compararte con ella? —inquirió con desprecio—. Después de que Sofía firme con Corporación Colosal, voy a proponerle matrimonio allí mismo. Si estás presente, temo que pueda malinterpretarse.

—Felicidades —respondí, sin mostrar la más mínima emoción.

—¿Puedes dejar de causar problemas? Sé que estás celosa, pero en asuntos del corazón no se puede forzar nada. Si sigues así, será malo para ambos. —Su tono sonaba cansado, pero también condescendiente—. Mira, si te marchas ahora mismo, me aseguraré de que Consorcio Correa te ceda dos proyectos.

—No los necesito —repuse, negando con la cabeza.

Al escucharme, su tono se tornó hostil:

—Solo intento evitar que Sofía se sienta mal. Será mejor que sepas cuándo retirarte, o podrías terminar sin nada.

A partir de ese momento, ignoré todo lo que Ángel decía.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, su rostro reflejaba una profunda ira.

Salió con el ceño fruncido y le dejó un mensaje a Juan, que esperaba en la puerta, antes de marcharse furioso.

—Controla a tu hermana, que no sabe lo que le conviene.

Miré a mi hermano de sangre parado frente a la puerta y maldije mi mala suerte.

Quise ignorarlo, pero, en cuanto salí del ascensor, me sujetó del brazo, me arrastró hacia un lugar tranquilo, y, mirándome fríamente, me preguntó:

—¿A qué has venido?

—A la licitación —respondí con calma.

—No seas ridícula, regresa de inmediato —me reprendió Juan—. ¿Acaso quieres seguir robándole los proyectos a Sofía como hace tres años?

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