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Secretos de una Heroína: Tras la Máscara de la Esposa Perfecta
Secretos de una Heroína: Tras la Máscara de la Esposa Perfecta
Author: Palomita

Capítulo 1

Author: Palomita
Cuando Paloma llegó a la oficina de Carlos para entregar los documentos del proyecto, se encontró con la romántica escena de él colocándole un costoso collar de rubíes alrededor del cuello a Marina.

Se quedó paralizada contemplando ese deslumbrante collar de rubíes, el mismo que había visto en el catálogo de una subasta y le había suplicado a Carlos que pujara por él.

En sus tres años de matrimonio, jamás le había pedido nada. Rogarle que comprara ese collar había sido su primera súplica, y solo porque esa joya era una reliquia de su madre.

—Por un simple collar te quedas ahí embobada como si nunca hubieras visto nada en tu vida. Ya te dije que eres una pueblerina ignorante —comentó Mateo, amigo de Carlos, con desprecio evidente en su cara.

Paloma ignoró las burlas de Mateo y se abalanzó furiosa hacia adelante, extendiendo la mano hacia el cuello de Marina.

Acto seguido, Carlos le agarró la muñeca con fuerza:

—El collar ya se lo regalé a Marina.

—¡Pero me prometiste que me lo darías a mí! —exclamó enfurecida Paloma, y por primera vez en mucho tiempo, su rostro normalmente sereno mostraba una ira genuina.

Carlos hizo mala cara, claramente molesto.

—No seas infantil. Es mi regalo para celebrar que Marina fue ascendida a copiloto.

¿Infantil? Paloma sintió que un frío glacial se apoderaba en ese momento de su corazón.

—¿Y si insisto en quedármelo?

Mateo se burló desde un costado:

—Carlos, ya te dije que Paloma no está a tu altura. Es una mujer codiciosa y sin talento alguno. Deberías divorciarte de ella de una vez por todas. Solo mujeres como Marina son dignas de ti.

El matrimonio secreto entre Carlos y Paloma era conocido solo por unos pocos, pero muchos sabían muy bien que Marina había sido el primer amor de Carlos.

—No digas tonterías, no tengo ningún interés en ser la otra mujer —declaró Marina con desprecio, y acto seguido se quitó el collar y lo arrojó despreocupada a los pies de Paloma.

Un collar de cientos de miles de dólares, tirado al suelo como si fuera basura.

Los ojos de Paloma enseguida se llenaron de lágrimas. Era el collar que su madre había atesorado con tanto amor. Con tristeza se agachó y con cuidado recogió el collar, llevándoselo al pecho. Los bordes fríos y filosos de la joya le lastimaron las palmas de las manos.

Marina la miró desde arriba con desprecio.

—Lo que realmente debería importarle a una mujer es el conocimiento y la perspectiva. En lugar de pelear conmigo por un estúpido collar, ¡deberías dedicarte a cultivarte a ti misma!

—¿Qué conocimiento va a tener esta? No sé de qué universidad de tercera salió. Si no fuera porque Carlos tuvo la bondad de darle trabajo en la empresa, ¡probablemente estaría barriendo las calles! —se mofó con sarcasmo Mateo.

Y su esposo, en ese momento, no dijo ni una sola palabra en su defensa. Paloma se incorporó, ignoró por completo a Mateo y clavó la mirada en Marina.

—Hablas tanto de no ser la otra mujer, pero ¿por qué aceptas tan tranquilamente un collar de cientos de miles de dólares del esposo de otra?

Marina gruñó con frialdad:

—Solo lo consideré un regalo casual de un amigo, ¡ni siquiera pensé en su valor!

—¿En serio? Ja,ja,ja… Así que entre amigos se regalan collares de cientos de miles de dólares por casualidad. Mateo también es tu amigo, ¿no es así? ¿Él te ha regalado algo de ese valor? —replicó Paloma con sarcasmo.

Marina se quedó sin palabras, y hasta la expresión de Mateo se endureció.

—¡Ya basta de tonterías! —intervino Carlos molesto—. Es solo un collar, ¡no hagas una tormenta en un vaso de agua!

Paloma apretó con fuerza el collar entre sus manos. Carlos lo decía con tanta ligereza: ¡solo un collar! Pero precisamente ese collar había sido usado por su madre en un país extranjero devastado por la guerra para intercambiarlo por medicinas y comida, salvando de esa manera las vidas de cincuenta huérfanos. Para ella, ese collar no era solo una joya, ¡era la fe y los valores de su madre!

Respirando profundo, Paloma recordó la llamada que había recibido antes de entrar a la oficina, informándole que las cenizas de sus padres ya estaban en el avión y llegarían al día siguiente a ciudad Dorada.

Levantó con nostalgia la vista hacia Carlos.

—Está bien, no hablemos más del collar. Mañana van a repatriar las cenizas de mis padres desde el extranjero. Quiero que me acompañes a recibirlas.

En vida, lo que más preocupaba a sus padres era su matrimonio, siempre esperando que formara una linda familia.

Quería que él la acompañara a recibir las cenizas de sus padres, para darse dignidad tanto a ella como a sus padres.

Carlos se quedó por unos instantes desconcertado. Cuando se casaron, Paloma había mencionado que sus padres habían muerto en el extranjero debido a un accidente.

Marina parpadeó, mientras Mateo comentó con desprecio:

—Paloma, ¿no tienes vergüenza? ¡Para conseguir que Carlos te acompañe, eres capaz de inventar cualquier estúpida excusa!

Paloma ignoró a Mateo y se quedó mirando solo a Carlos.

En su cara apareció una ligera vacilación, pero finalmente respondió:

—De acuerdo, mañana te acompaño.

Sin decir nada más, se dio la vuelta y salió a paso largo de la oficina presidencial. En el momento en que salía de la oficina, aún pudo escuchar a Mateo decir:

—¿En serio vas a acompañar a esa mujer mañana?

—No importa cómo sea, Paloma es mi esposa —respondió Carlos con voz grave—. Debo acompañarla a recibir las cenizas de sus padres.

—¡Esa mujer está hablando puras mentiras! ¿Quién va a tomarse la molestia de enviar desde el extranjero las cenizas de los padres de una simple y miserable huérfana?

Cada mención de la palabra "huérfana" era como una puñalada en el corazón de Paloma.

Bajó con dolor la mirada hacia el collar en sus manos.

—Papá, mamá, ¡mañana iré por ustedes!

***

Al día siguiente, cuando llegó la hora acordada, Carlos no apareció por ningún lado. Una inquietud sombría se apoderó de inmediato del corazón de Paloma. Apresurada marcó el número de Carlos y solo escuchó su voz impaciente:

—La madre de Marina se torció el tobillo, la estoy acompañando al hospital junto con ella.

—Carlos, ven rápido y ayúdame a sostener a mi mamá —se escuchó de pronto la voz de Marina a través del teléfono.

—Enseguida —respondió Carlos, con una voz increíblemente tierna.

Sin esperar a que Paloma dijera algo más, Carlos colgó. Ella sintió que su corazón se congelaba por completo, como si tuviera la garganta obstruida. Quería gritar, reclamar, pero al final no pudo pronunciar ni una palabra.

Qué ridículo era: su esposo podía acompañar a la madre de su primer amor al hospital por una simple torcedura, ¡pero no estaba dispuesto a acompañar a su esposa a recibir las cenizas de sus amados padres! Respirando profundamente, se levantó con determinación, salió de la mansión y condujo hasta la entrada del cuartel militar. El cuartel solemne e imponente tenía guardias uniformados en la entrada, portando rifles. Paloma bajó del auto, enderezó la espalda y caminó con paso firme. Aunque llevaba tres años retirada del servicio, su postura seguía siendo la de una militar. Paso a paso se acercó al frente del cuartel, se detuvo por unos minutos, levantó la mano derecha y ejecutó un saludo militar perfecto. Aunque estuviera sola, ¡iba a recibir con orgullo las cenizas de sus padres y llevarlas a casa!

Paloma abrió la boca y gritó con voz potente:

—¡La exsoldado Paloma Rivera de las Fuerzas Especiales Águila Real ha venido a recibir las cenizas del ex oficial de las Fuerzas de Paz Internacional Emilio Rivera y la médica militar Esperanza Vega!

Su grito claro y resonante se elevó con determinación, atravesando el cielo sobre el cuartel.

Las puertas del cuartel se abrieron lentamente...

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