—Zora, en esta historia tú no eres la culpable, eres la víctima. Así que no puedes salir huyendo. Al contrario, lo que tienes que hacer ahora es exigirle cuentas.Ese maldito de Elías, incapaz de proteger a su primer amor, descargó dos años de rabia sobre una inocente como Zoraida. Y como si no bastara, después de casarse todavía pretende traer de vuelta a Emma para retomar lo suyo.Aunque Zoraida pudiera tragarse ese veneno, Inés jamás lo haría.Inés tiró los pañuelos al suelo, le tomó la mano con fuerza a su amiga y la llevó directo hasta la habitación donde minutos antes los habían visto juntos.Golpeó la puerta con decisión. Para su sorpresa, no fue Elías quien apareció, sino Emma.Elías no estaba.Emma mostró una sonrisa suave, y, al reconocerlas, habló con voz melosa.—Señorita Inés, señorita Zoraida, qué gusto verlas. Perdón, me asusté hace un momento y el corazón me dio un vuelco. Por eso Elías salió a buscar a un médico. Pero, por favor, pasen y siéntense.Dicho esto, incluso
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