Incluso había quienes se atrevían a murmurar que quizá Mónica no se había suicidado, sino que había sido asesinada. Decían que fue Don Horacio quien, cansado de ella y cegado por su nueva amante, Estela, la había empujado desde el balcón.Quizá la verdad era esa. Tal vez por eso, cuando siete años más tarde Sebastián, con apenas quince años, reapareció vivo, su propio padre lo trató con frialdad, sin prestarle atención durante mucho tiempo. Eso facilitó que Estela se pavoneara con su papel de “madrastra ejemplar”, mientras en realidad lo maltrataba hasta dejarle el cuerpo y el alma llenos de cicatrices. Nadie lo defendió.Para entonces, la familia Patiño ya no existía. Después de la muerte de Mónica, los padres ancianos, enfermos y devastados por la desaparición del nieto —que todos daban por muerto—, empeoraron rápidamente. Al final, antes de morir, donaron toda la herencia a proyectos benéficos, como quien busca dejar buen karma para la próxima vida.Así, cuando Sebastián regresó a l
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