All Chapters of De Su Amor a Su Venganza: Chapter 141 - Chapter 150

—Desde hoy, todos los proyectos entre el Grupo Altamirano y el Grupo Cornejo quedan cancelados.Las palabras de Sebastián cayeron como plomo. Apenas se escucharon, los presentes quedaron sin aliento, con el alma por los suelos.El rostro de Emiliano se desfiguró al instante; dio un paso al frente.—¡Sebastián, estás loco! ¿Cómo se te ocurre usar esto para vengarte en público?La cooperación entre el Grupo Altamirano y el Grupo Cornejo era vital para ambas compañías, con enormes intereses en juego.Antes, Mariana había estado nominalmente al frente de algunos asuntos con Emiliano, aunque con su actitud displicente poco había aportado. Aun así, Emiliano había impulsado el proyecto con todo su esfuerzo, cuando el proceso ya iba por más de la mitad.Ahora, con una sola frase ligera de Sebastián, todo se venía abajo. No solo se esfumaban los beneficios a punto de concretarse, también se echaba por tierra más de un año de trabajo de Emiliano. Por este proyecto, Emiliano sufrió varias recaída

Sebastián no había tenido una infancia tranquila. Muy pronto perdió a sus seres queridos y creció en una soledad áspera.Solo con imaginar que, después de tanto sufrimiento, le hubiera concedido por fin un dulce tan preciado como Inés, para luego arrebatárselo cruelmente, le resultaba insoportable.Inés, al escuchar sus palabras, vio en sus ojos una vulnerabilidad que pocas veces había mostrado. Esa imagen la conmovió profundamente.Ya no pudo fingir ligereza. Con los labios apretados, respondió con cautela.—Señor Altamirano, no se enoje. Le prometo que de ahora en adelante no haré nada que pueda ponerlo en una situación difícil, ¿sí?Él guardó silencio un momento antes de contestar.—¿Crees que me enojo porque hiciste algo que me puso en una situación difícil?—Claro. Usted es un hombre bueno. Si ve a alguien herido, se siente en un aprieto; no puede quedarse de brazos cruzados.Al fin y al cabo, eran socios; en su mente, Inés pensaba que Sebastián se preocupaba por ella de la misma

—Señor Altamirano, hay un caballero llamado Emiliano Cornejo esperándolo afuera; quiere verlo.Doña Blanca apareció corriendo desde la entrada, anunciando con voz clara.De inmediato, el ambiente que hasta hacía un segundo ardía de tensión se congeló. Inés reaccionó al instante, soltando la mano de Sebastián y dejando escapar un suspiro de alivio.Nadie podía imaginar cuán fuerte había latido su corazón cuando él le lanzó aquella última pregunta. Si no fuera por la irrupción de Doña Blanca, quizá de verdad lo habría visto inclinar la cabeza y darle una respuesta que ella todavía no sabía si estaba lista para escuchar.El rostro de Sebastián, en cambio, se oscureció. Miró a Doña Blanca, que lo observaba desde la sala, y luego su propia mano ya vacía. Aspiró hondo y preguntó con frialdad, —Inés, ¿quieres que vea a Emiliano?Aunque Emiliano había pedido ver al señor Altamirano, Sebastián sabía que había seguido sus pasos desde la mansión Altamirano hasta aquí. Y que lo que realmente busca

Elías dijo, —Zoraida, durante los dos años que Emma vivió en el extranjero no la pasó bien, por eso su carácter cambió mucho. Te dijo que yo iba con frecuencia a buscarla, eso fue una mentira. Te dijo que nunca habíamos terminado y que siempre seguíamos enredados; también era mentira.—Hace dos años terminé con ella. Desde entonces no la volví a ver ni volví a tener contacto. Esta vez la traje de regreso porque la encontré de casualidad fuera del país y estaba enferma. Solo por eso.—Sé que Emma te lastimó y que estás furiosa. Ya hablé con ella y también te pido que la perdones.—No puedo simplemente dejarla tirada.—Cuando Leonardo quedó discapacitado en aquel accidente de auto, nuestras familias se aliaron por matrimonio. Mis padres obligaron a sus padres a irse al extranjero, y allá, en un país donde no conocían a nadie, murieron en un accidente. Nunca pudieron regresar a su tierra. Cargo con esa culpa. Al menos quiero curarle la enfermedad del corazón, así mi conciencia podrá desca

La noche se volvía más densa y silenciosa, pero en la sala el aire estaba lejos de ser tranquilo. Apenas entró, Elías rodeó a Sebastián como si observara un fenómeno extraño, dándole vueltas con descaro.—Sebastián, vine porque escuché que en la familia Altamirano hubo un gran alboroto. Con tu capacidad, no creo que hayas salido perdiendo, ¿verdad? Pero, ¿qué pasa con tu cara? Se ve rara, como si tuvieras algo atravesado —Elías lo miró con picardía—. ¡No me digas que en serio te hicieron pasar un mal rato aquí!Elías parloteaba sin parar. Había notado lo extraño del semblante de su amigo y, por primera vez, dejó de lado incluso el disgusto que había tenido con Zoraida al entrar. Total, con ella discutía todo el tiempo. Pero Sebastián salir trasquilado en su propia casa, eso sí que era noticia.Sin levantar la vista, Sebastián respondió con calma. Lo conocía demasiado bien como para no percibir la chispa de diversión en los ojos de Elías. Aun así, con el peso que sentía en el pecho, no