Al instante, sin darle tiempo a decir nada más, los oficiales avanzaron con autoridad y se dispusieron a llevarse a Estela y a Mariana. Era la primera vez en sus vidas que las humillaban así, en público, y además las iban a encerrar; madre e hija no pudieron contener el colapso emocional.Estela miró a Emiliano y gritó, desesperada.—¡Avísale a la familia Guzmán, rápido! ¡Que mi hermano vaya a buscar a Don Horacio y que vengan a sacarme!—¡Yo… yo soy la hija de la familia Altamirano, estoy en el hospital, no me lleven al centro de detención! —lloró Mariana, mirando también a Emiliano, moviendo manos y pies en un intento inútil por abrazarlo—. Emiliano, todavía no me he recuperado. ¡Quiero cuidar mi útero para poder darte hijos! ¿No vas a dejar que me lleven, por favor? ¡Protégeme, por favor!Con la cara llena de mocos y lágrimas, al no alcanzar a abrazar a Emiliano, se aferró a su mano con fuerza y siguió gritando.Al final, pese a los alaridos, los oficiales las redujeron y, junto con
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