—¿Ya te levantaste? —Una voz apareció desde un costado.Ella se asustó y levantó la vista, viendo que Sebastián estaba ubicado en el sillón, no muy alejado de la cama.—¿Qué haces aquí? —le preguntó.—Te traje al hospital, no despertabas, así que me quedé aquí —le contestó con calma.Ella se acordó de lo que había ocurrido antes en el carro, después Sebastián la había traído al hospital y, tras el tratamiento y la inyección del calmante, había caído dormida.—¿Cuántas horas estuve durmiendo? —le preguntó.Además de la molesta sensación en su cuerpo, ya no tenía ese calor asfixiante, así que, seguramente, los efectos del químico ya se habían ido.—Dieciocho horas —le dijo Sebastián.—¿Cómo? —Se asombró, después lo miró con desconfianza—. Entonces tú...—Yo también estuve aquí haciéndote compañía durante dieciocho horas, así que ¿no me deberías dar las gracias? —le dijo.Paloma no supo qué decir. Entre ellos, ni se podía considerar que fueran conocidos, pero él había estado en el cuarto
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