—Sí, lo vi —dijo él con indiferencia. Vio cómo, bajo el ataque de más de diez guardias de seguridad, ella luchó para proteger la urna en sus brazos. Vio cómo, cuando la golpearon con bastones eléctricos, se negó a soltar la urna.Pero, cuando él estaba a punto de intervenir para ayudarla, ella cargó hacia Marina sosteniendo la urna, la puso bajo su pie, e incluso pateó a Carlos haciéndolo volar. En ese momento, con la cara llena de ira, mirada feroz, contrastando con ese semblante valiente, brillaba tanto que él casi no podía apartar la vista.Pero... ¿por qué? Sebastián no entendía. Aunque tuviera cierta admiración por Paloma, eso solo debería ser admiración. Como cuando se interesó por Paloma y quiso que fuera su guardaespaldas. Pensó que, si ella estuviera a su lado por un tiempo, su interés en ella se desvanecería.Incluso más que eso. Incluso si ella cayera y muriera frente a él, no sentiría nada. A él, nunca le había importado la vida, ¡ni la suya, ni la de otros! Pero ese día, s
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