Quien vino a recogerla fue Camila.—Pensé que para mudarte de aquí le pedirías a Héctor que viniera a ayudarte con el equipaje.—Con tan pocas cosas, no es necesario molestarlo —respondió Paloma. Aunque Héctor había mencionado que, cuando se mudara, podía pedirle ayuda. Pero tratándose de una sola maleta, no había necesidad de llamar a otra persona.—¿Y si ese muchacho piensa que otra vez lo dejaste de lado? Capaz que se ponga a llorar otra vez —comentó Camila.—¿Llorar? —Paloma alzó las cejas—. Ya es un hombre, ¿cómo va a llorar?—¡Por favor! Cuando tú y Carlos se casaron por lo civil, él se enteró y, en una cena grupal, se puso a llorar a mares, gritando que no tenías criterio para elegir hombres, ¡que cómo te habías fijado en semejante basura como Carlos! —Recordó Camila.Paloma se quedó atónita. Durante su tiempo en el campamento militar, por más sufrimientos que pasara o heridas que recibiera, Héctor jamás había derramado ni una lágrima. Y según Camila, ¿había llorado por su matr
Read more