Al escuchar las palabras melosas de su hija, el corazón de Celina se suavizó.—Bien, cuando vuelvas, te cocinaré lo que quieras.—¡Gracias, mamá!Hablaron un rato más antes de colgar.Al dejar el celular, Celina recordó las palabras de Miguel y se sintió abrumada por la irritación.Si Sofía regresaba, volvería a vivir con la vergüenza diaria de antes.Solo de imaginarlo, sentía que la vida no valía la pena.Respiró hondo y dejó el asunto de lado por el momento.Esa noche, Miguel regresó a casa. Durante la cena, preguntó si Celina había contactado a Sofía.Ella, que antes sonreía, frunció el ceño al instante.—No quiero buscarla. Si quieres que vuelva, ve tú.Miguel golpeó los palillos contra la mesa con furia.—¿Acaso no escuchaste lo que te dije por celular?Celina también se enfureció.—¡Miguel Mendoza, ¿por qué me gritas?! ¡Fuiste tú quien quiso cortar lazos con ella! Si quieres reconocerla, ve tú. ¡Yo no iré! Para mí, solo tengo una hija: ¡Martina!—Te doy tres días para persuadirl
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