All Chapters of ¡Qué Ironía! En Mi Boda Se Arrodilló El Que Me Traicionó: Chapter 41 - Chapter 50

—Camila, desde el principio te dije que no podría casarme contigo. Si algún día quieres irte, te daré una compensación, pero no puedo ofrecerte compromisos.Incluso sin Sofía, jamás se casaría con una mujer con educación media que solo podía trabajar como su secretaria.Le gustaba Camila, pero solo hasta cierto punto.Mientras estuviera dispuesta a quedarse obedientemente a su lado, él podía darle lujos que ella jamás alcanzaría por sí misma.Pero si aspiraba a más, solo se estaba engañando.En cuanto a Sofía, ni él mismo entendía lo que sentía.Cuando estaban juntos, sentía fastidio y quería liberarse de ella.Pero ahora que se había ido, sentía un vacío inexplicable.Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas mientras lo miraba con tristeza.—Lo entiendo... Fui demasiado ambiciosa...Alejandro la abrazó suavemente y suspiró.Ella bajó la mirada hacia el colgante de la suerte en su bolso.Se lo había pedido a Alejandro durante uno de sus viajes de negocios.Recordaba que era verano, y

—Me alegra oír eso.Después de despedirse de Patricia, Sofía regresó directamente al bufete.Apenas entró, Carla, la asistente del director, se acercó a ella.—Sofía, justo a tiempo. El director Vicente quiere verte en su oficina.Sofía asintió.—De acuerdo, voy ahora.Cinco minutos después, llamó a la puerta de la oficina del director.Al escuchar un "adelante", abrió la puerta y entró.—Buenos días, Vicente.Al verla, él sonrió cordialmente.—Buenos días, Sofía. Toma asiento, tengo algo que comentarte.Su actitud tan cordial le dio a Sofía un mal presentimiento.Se sentó frente a él.—¿De qué se trata?—Mientras estabas de vacaciones, contratamos a un pasante. Está interesado en casos de divorcio, así que pensé en asignarlo bajo tu supervisión. ¿Te parece bien?Sofía se mostró sorprendida. En todos sus años en el bufete, siempre había estado tan ocupada con casos que nunca había guiado a un pasante.—¿Cuál es su especialidad?—Derecho civil, justo tu área. Por eso pensé en ti. —Vicen

Si por culpa de Gabriel, Sofía llegara a enfrentarse con el bufete, sería una gran pérdida para la firma.—Vicente, ¡quédate tranquilo, no voy a hacer ninguna locura! —dijo Gabriel.Él siempre se había tomado cada relación con total seriedad. No sabía quién había estado difundiendo por ahí que no era serio en el amor. ¿Acaso tener varias novias era un delito?Al ver la actitud relajada y despreocupada de Gabriel, Vicente guardó silencio y de repente se sintió aliviado. Con la personalidad de Sofía, a menos que estuviera completamente ciega, no debería fijarse en alguien como él.Gabriel, irritado por la mirada de Vicente, preguntó con descontento:—Vicente, ¿qué significa esa mirada de desprecio?—Nada, nada. Ve a ordenar tus cosas y prepárate. La próxima semana te unirás directamente al equipo de Sofía. Haz lo que ella te diga y, si encuentras algún problema que no puedas resolver, no actúes por tu cuenta. ¿Entendido? Este bufete es pequeño, no aguantaría tus travesuras —dijo Vicente

Eduardo abrió la boca para hablar, pero la voz de Gabriel lo interrumpió de inmediato.—Sofía, tengo hambre.Ella se volvió hacia él y le pasó la tablet para pedir.—Pide tú primero. Para mí solo arroz frito con mariscos.—Vale... —Gabriel tomó la tablet y comenzó a revisar el menú.Eduardo observó su actitud dócil entrecerrando los ojos.Cuando Sofía volvió a mirarlo, su rostro ya mostraba la sonrisa amable de siempre.—Por cierto, nuestro grupo del instituto organizó una cena para mañana. Como saben que volvimos a contactarnos, todos quieren verte. Me pidieron que te invitara.Sofía apretó levemente los labios, considerando cómo rechazarlo educadamente, cuando la voz de Gabriel surgió de nuevo.—Sofía, ¿comes cilantro y apio? Quiero pedir ternera salteada.Ella lo miró.—Sí, sin problema.—Bien.Al volverse hacia Eduardo, la voz de Gabriel resonó otra vez.—Sofía, ¿comes cebolla tierna? Quiero pedir costillas al cebollín.Sofía se giró de nuevo.—No tengo restricciones. Pide lo que q

Colgó el celular, se puso una mascarilla facial y pronto se quedó dormida.Al anochecer del día siguiente, Sofía llegó al Gran Hotel Luna Dorada.Al acercarse a la puerta del reservado, ya se escuchaban risas y conversaciones animadas en el interior.Llamó a la puerta y, al abrirla, el bullicio se detuvo por un instante.Entonces Dulce se levantó de un salto, con el rostro iluminado de sorpresa y alegría.—¡Sofía! ¡Viniste! —caminó rápidamente hacia la entrada, tomó su mano y la guió hacia el asiento a su lado.—¡Vaya, si es la gran belleza Sofía! Anoche, cuando Eduardo dijo que vendría, casi no lo creí. ¡Cuánto tiempo sin verte! —dijo un hombre de tez trigueña y estatura imponente que, incluso sentado, sobresalía entre los demás.Sofía lo encontró familiar pero no recordaba su nombre.Dulce, notando su vacilación, murmuró en su oído:—Es Diego Delgado, el delegado de deportes.—¡Cuánto tiempo! —dijo Sofía con una sonrisa.Los presentes comenzaron a saludarla uno a uno. Cada vez que So