Y con su habitual cortesía, le abrió la puerta del auto a Cecilia.Ella vestía un traje marfil muy elegante, con un maquillaje perfecto. Iba del brazo de Simón, desprendiendo elegancia y seguridad.Apenas entraron al salón, todas las miradas se posaron en ellos.Simón, con su peso en el mundo empresarial, varios empresarios se acercaron enseguida a saludarlo.—Señor Herrera, cuánto tiempo sin verlo —dijo un empresario de unos cuarenta años, extendiendo la mano con una sonrisa.—Señor Duato —respondió Simón, devolviendo el saludo con la misma amabilidad.Cecilia se mantuvo a su lado, sonriendo con discreción. Muchos, por respeto a Simón, la saludaban con cortesía.Ella conversaba con naturalidad, intercambiando tarjetas y dejando una buena impresión.En pocos minutos, Cecilia ya había hecho varios contactos, y esa sensación le resultaba de lo más gratificante.A unos metros, Marcelo le dio un leve golpecito en el hombro a Carlos.—Mira a Simón. La protege como si fuera un tesoro.Carlos
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