Carlos tenía la línea de la mandíbula tensa y el rostro sombrío.—Si no sabes hablar, mejor cállate.El sol de la mañana caía sobre la playa.Los compañeros de trabajo, entusiasmados, organizaban un partido de voleibol.Beatriz, con la muñeca lastimada, se había quedado en el hotel para descansar.Christian, como representante de la empresa, fue rodeado por todos y llevado al campo de juego.Antes de irse, se volvió para decirle:—Bea, cualquier cosa, mándame un mensaje.En la cafetería del hotel, Beatriz estaba sola junto a la ventana, mirando distraída hacia el mar.Frente a ella había un vaso de café americano con hielo.En ese momento, una figura alta y delgada empujó la puerta y entró.Carlos hablaba por celular mientras se acercaba a la barra.Del otro lado de la línea, se escuchó la voz burlona de Marcelo:—Oye, Carlos, ¿cómo que no has llegado todavía? No me digas que nos vas a dejar plantados.—Dame cinco minutos, ya voy para allá.Tenía ojeras marcadas y el rostro cansado.Ha
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