Si algo le pasaba, su abuela jamás se lo perdonaría.Simón, con el rostro lleno de fastidio, dio media vuelta y empezó a nadar de regreso. Antes de que una nueva ola los alcanzara, rodeó la cintura de Beatriz con fuerza.—Cof, cof... Simón...Se puso roja como un tomate, tosiendo, pero sin soltarle el brazo.—Te estuve llamando, no me, no me respondías, pensé que...Las gotas brillaban sobre sus pestañas, sin saber si eran lágrimas o agua del mar.Todo su cuerpo temblaba, tan asustada que parecía encogerse sobre sí misma.—Tonta.La arrastró hasta la orilla sin mirarla.—¿No sabes nadar y aun así te tiras al mar?Beatriz se acurrucó sobre la arena, tosiendo, con la ropa empapada pegada al cuerpo, mientras intentaba explicarse con terquedad:—No te encontraba, y las olas hacían mucho ruido...Simón le arrojó con brusquedad una toalla, cubriéndole el pecho, que la tela mojada dejaba más marcado.—¡Quédate en la orilla y no me estorbes!Ahora que lo pensaba, cuando ella saltó al mar sin p
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