Hubiera Sido Mejor Nunca Haberte Conocido
Cuando mi cuñada Marina volvió a tener una crisis, supe que otra vez me esperaba el divorcio.
Cerré los ojos y pensé: “Esta vez, ya es la novena.”
Adrián se frotó las sienes y, con un tono de culpa, dijo:
—Isabela, la muerte de mi hermano mayor fue demasiado repentina. Dejó a ella con el bebé en su vientre. No puedo desentenderme de ellos. Tranquila, en cuanto nazca el niño nos volveremos a casar de inmediato. ¡Esta vez no habrá más separaciones!
Guardé silencio.
Al fin y al cabo, esa promesa ya la había escuchado ocho veces.
La primera vez que nos divorciamos fue porque mi cuñada se derrumbó tras la muerte inesperada de mi hermano mayor.
Ella estaba embarazada, y Adrián me pidió el divorcio con la idea de volver a casarnos cuando lograra tranquilizarla.
Durante nueve meses nos separamos y reconciliamos ocho veces.
Todos se burlaban de mí llamándome “la mujer de los ocho divorcios”. Incluso yo lo encontraba absurdo.
Tomé el acta de divorcio recién impresa y, al verlo, el funcionario a un lado me preguntó en voz baja:
—¿Cuándo volverán a casarse la próxima vez?
Respondí con frialdad:
—No habrá una próxima.