Share

De Su Amor a Su Venganza
De Su Amor a Su Venganza
Author: Juan Pérez Rodríguez

Capítulo 01

Author: Juan Pérez Rodríguez
—¿Inés del Valle? ¿Aún no logra comunicarse con su familiar?

Inés estaba sentada en la camilla del consultorio, con la mirada fija en la pantalla del celular. Era la enésima vez que la enfermera le hacía la misma pregunta. Y aun así, su llamada seguía sin respuesta, como arrojada a un pozo sin fondo.

La luz blanca del fluorescente caía fría sobre su figura delgada y frágil. Sostenía el teléfono con los dedos casi pálidos. A pesar de vestir una simple blusa blanca y pantalones negros, su presencia tenía una belleza tan serena que parecía de otro mundo.

La voz de la enfermera, que al principio sonaba impaciente, fue suavizándose sin darse cuenta.

—Señorita del Valle… tiene un esguince severo en el tobillo. Si se va sola, corre el riesgo de lastimarse aún más. Lo ideal sería que alguien viniera por usted.

—…Lo siento —murmuró Inés, bajando la cabeza con una mezcla de vergüenza y resignación—. Tal vez esté ocupado con el trabajo. No creo que venga…

Esa tarde, una escena caótica había estallado en el Museo de Arte Moderno. Dos niños inquietos rompieron una escultura en exhibición. Los padres, lejos de disculparse, se justificaron con un simple: “Son niños, estaban jugando”. La discusión escaló, los gritos y empujones llenaron la sala. Fue un desastre.

Inés, exalumna de la Facultad de Artes, estaba allí como voluntaria. Intentó detener el altercado, pero acabó con el tobillo golpeado y sangrando.

Desde que ingresó al hospital esa tarde hasta la medianoche, todos los demás heridos ya habían sido recogidos por sus familiares. Todos… menos ella.

—¿Y su novio? —insistió la enfermera, tanteando con cuidado—. ¿Podría llamarlo a él?

¿Su novio…?

Pero si a quien llamó fue justamente a su novio.

Los labios de Inés temblaron. Se mordió la comisura, tragando la vergüenza que se le atragantaba en la garganta.

En ese momento, la televisión encendida en la sala trasera interrumpió el silencio con una noticia de espectáculos:

“Última hora: Emiliano Cornejo, presidente del Grupo Cornejo, fue visto esta noche en el restaurante del Hotel Ascenso, donde reservó todo el lugar para entregarle a Mariana Altamirano unos zapatos de cristal hechos a medida. El empresario ha confirmado su relación con la heredera de la familia Altamirano. Se espera que anuncien su compromiso en tres meses.”

La pantalla mostraba a una chica elegante, sonriendo ante los flashes. Frente a ella, arrodillado, Emiliano Cornejo —el mismo que no le contestaba el teléfono— le colocaba con ternura una cinta rosa a los zapatos de cristal.

Sus ojos, suaves y llenos de cariño, sólo parecían ver a Mariana. Todo lo demás, todo lo demás, había dejado de existir.

Las enfermeras, que también miraban el televisor, suspiraron con envidia.

—Ay, qué pareja tan perfecta, ¿no? El heredero de los Cornejo y la princesa de los Altamirano… puro cuento de hadas.

—Y nosotras aquí, congeladas en el hospital, mientras ellos celebran en un hotel cinco estrellas…

Cada palabra le calaba a Inés como una aguja en la piel. Su rostro, ya pálido por la pérdida de sangre, se volvió aún más blanco.

Al final, fue su amiga Zoraida Ríos quien acudió al hospital y la llevó a casa.

Zoraida estaba saturada organizando una exposición de arte, y si Inés la llamó fue solo porque no le quedaba otra opción. No quería molestarla, pero ya no podía más.

—¡Inés, por Dios! —Zoraida la abrazó con fuerza al verla—. ¿Por qué no me llamaste antes? ¡¿Tu mamá otra vez se hizo la desentendida, verdad?!

Desde que su madre, Mirna del Valle, se casó con el padre de Emiliano y entraron a formar parte de la familia Cornejo, Inés había dejado de tener madre.

Mirna, enfocada en complacer al nuevo esposo y a su hijastro, era una madrastra ejemplar con Emiliano… pero una madre ausente con su propia hija.

—Y Emiliano… —Zoraida apretó los dientes—. ¿Qué carajos es esa noticia? ¡¿No era tu novio desde hace tres años?!

Inés se quedó en silencio. Su rostro no cambió al oír hablar de su madre, pero al escuchar el nombre de Emiliano, su expresión se resquebrajó.

—Sí… ¿no era él mi novio?

Lo conocía desde los ocho años, cuando llegó a la mansión Cornejo con su madre.

Pero se enamoró verdaderamente de él una noche oscura, cuando escapó de casa tras una humillación más. Fue Emiliano quien la encontró llorando en la calle, la abrazó, la cargó a la espalda y le dijo entre susurros:

—No llores, ya no dejaré que nadie te lastime. Estaré siempre contigo.

Ella lo creyó. Y ese momento, para ella, fue como volver a nacer.

Durante años, guardó ese amor en silencio. Le bastaba con mirarlo a escondidas.

Hasta que a los dieciocho, el día de su cumpleaños, se le soltó la lengua borracha… y le confesó todo.

Lo increíble fue que Emiliano no la rechazó. Al contrario, aceptó estar con ella.

Pero le pidió que mantuvieran su relación en secreto.

"Es por tu bien", le dijo. "Para protegerte, nadie puede saberlo".

Inés aceptó. No lo dudó.

Creía que mientras se amaran, algún día podrían estar juntos, de verdad, sin esconderse.

Pero en el amor, a veces quien más da… es quien más pierde.

Pasaron tres años. No hubo declaración. No hubo reconocimiento.

Solo esta noticia: Emiliano, arrodillado ante otra mujer… ante Mariana.

***

La agenda de Zoraida con la exposición estaba tan apretada que, después de dejar a Inés bien acomodada en la casa de los Cornejo, se marchó casi de inmediato.

Pero en el trayecto de apenas media hora, la noticia de Emiliano y la señorita Mariana Altamirano ya se había esparcido por todos lados, y hasta las empleadas de la mansión lucían sonrisas de oreja a oreja.

Mientras hacían sus labores, comentaban con entusiasmo lo distinguida que era la señorita de los Altamirano y lo fastuosa que sería la boda.

Incluso hubo quien, con malicia apenas disimulada, se atrevió a insinuar que… tal vez la joven ya llevaba un bebé en camino.

Inés apretó los puños con fuerza y, apoyándose con cuidado en su pierna herida, subió los escalones en silencio.

No pidió ayuda a nadie; tampoco quería que la vieran.

Pero, al abrir la puerta de su habitación y justo cuando estaba por entrar, se quedó inmóvil.

Ahí, frente a ella, estaba esa figura alta y elegante… tan impecable como un príncipe salido de un sueño.

Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 165

    —Yo pensaba que solo una enemiga podía ser tan cruel, pero resulta que quien me lo dice es mi madre.Inés dio un paso tras otro hacia Mirna, con el rostro lleno de desconcierto.—Pero señora, no basta con no abandonar a una hija para ser madre. Una madre debe cuidar la salud de su hija, proteger su corazón y su dignidad. Dígame con la mano en el corazón, ¿de verdad lo hizo?—Durante trece años en la casa de los Cornejo no dejó de humillarme, de usarme como comparación para resaltar a los demás.—Decía que no estaba a la altura de Mariana, que no merecía a Emiliano. Y ahora pretende que yo me someta a Sebastián, que me incline ante él. En el fondo todo se reduce a lo mismo: usted cree que no valgo lo suficiente para estar a su lado, que debo vivir con la cabeza gacha, como si hubiera nacido para lamer las botas de los demás.—Hubo un tiempo en que, bajo su influencia, llegué a creerlo. Me callaba los agravios, me tragaba las injusticias, convencida de que debía aguantar. Hasta que algui

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 164

    Mirna miró a Inés con toda la seriedad de una madre que cree estar educando a su hija.—Inés, compórtate bien. Cuando volvamos al salón, pide disculpas a Don Federico y muéstrale respeto junto con Sebastián. Así la cooperación entre el Grupo Altamirano y la familia Cornejo podrá reanudarse. No pongas trabas de por medio.—Ya te casaste con Sebastián, tienes que ser una buena esposa, su apoyo incondicional. En los negocios los hombres deciden lo importante, pero a veces una mujer influye demasiado. Si la gente lo nota, van a decir que yo, como madre, que no te eduqué bien.Inés no respondió, porque conocía demasiado bien a su madre. Sabía que todavía no había terminado.Y efectivamente, al instante Mirna volvió a abrir la boca, ahora para mencionar a Emiliano.—Inés, Emiliano pronto se comprometerá con Mariana. Aunque antes tuvisteis roces, al final ustedes dos ocupan el lugar de sus mayores. Convence a Sebastián de que sea tolerante. Ya sabes que Mariana tiene mal carácter. Tolérala, a

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 163

    Pero Inés no sintió en absoluto aquella supuesta presión. Al contrario, al mirar a Sebastián, la ansiedad que la consumía por dentro se desvaneció como si alguien hubiera acariciado su corazón.Mirna, en cambio, no pudo contener la impaciencia.—Sebastián, no deberías decir eso.—No pasa nada, tienes razón —intervino Don Federico.Don Federico Cornejo interrumpió a Mirna y, sorprendentemente, no mostró enfado alguno.—Sebastián, tu forma de defender a Inés demuestra tu lealtad y nobleza. Eso hace que te aprecie aún más.Con voz firme añadió.—Lo de hoy fue un error mío. Solo pensé en que el gesto entre tú e Inés resultara impecable, y olvidé los sentimientos por quien ya no está entre nosotros.—Espero que este malentendido no te genere resentimiento hacia mí. Te prometo que, de ahora en adelante pensaré con más cuidado cada decisión.El tono de Don Federico no tenía el aire autoritario propio de un mayor frente a un joven. Era afable, hasta humilde.***Inés sentía que aquel almuerzo

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 162

    Inés nunca imaginó que Emiliano aparecería también en el almuerzo. Y menos aún esperaba que Don Federico, quien siempre había sido tan severo y exigente, al ver a Sebastián no pudo contener la sonrisa en el rostro.El almuerzo comenzó enseguida. Don Federico se sentó junto a Sebastián, le llenó la copa con afecto y se desvivió en atenciones.Por su parte, Emiliano se sentó al lado de Inés, mencionando de paso recuerdos de la infancia en la familia Cornejo. Eran memorias compartidas solo entre él e Inés, sin relación alguna con Sebastián.Inés frunció el ceño, sin ganas de seguirle la conversación. Fue entonces cuando Sebastián tomó la copa que tenía a mano.—Hoy el almuerzo es para presentarme oficialmente ante los mayores de Inés. Empecemos con la tradición de inmediato.Sus palabras iban dirigidas a Mirna, que no había dicho palabra. Sebastián se preparó para brindar en honor de Mirna y pedir su bendición como suegra, dejando explícitamente fuera a los Cornejo.Al verlo, Mirna se lev

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 161

    Emiliano se acomodó las gafas de montura dorada y respondió con voz suave.—Mariana tenía cita en el salón de belleza para hacerse un tratamiento de cicatrices en la espalda. No quería que la viera en un mal momento, así que insistió en ir sola. Y yo sabía que hoy era el día en que los Cornejo recibiríamos oficialmente a Inés y a Sebastián, así que, como parte de esta familia, también quise venir a ayudar.—Bien, ve al baño y acomoda las flores que van en la mesa —ordenó Don Federico después de mirarlo con ojos entrecerrados.—Emiliano, cuando empiece el almuerzo, yo intentaré presionar un poco a Inés para que reanude la cooperación. Ya que viniste, podrías echarme una mano —añadió Mirna, forzando una sonrisa tierna mientras le hablaba en tono cariñoso.Qué ridículo todo.Antes no le importaba lo más mínimo Inés, y ahora que ella estaba casada con Sebastián, Mirna —su propia madre— la usaba como ficha de negociación.Pero Mirna no sabía nada. Ignoraba que Inés y Sebastián solo mantenía

  • De Su Amor a Su Venganza   Capítulo 160

    En realidad, que un hombre se quitara la camisa y que cualquiera lo viera no tendría nada de especial.Pero ese hombre era Sebastián Altamirano.Y para Inés, los hombres bien vestidos, con traje y corbata, siempre habían sido su punto débil.Peor aún: desde la charla que había tenido con Zoraida días atrás, la manera en que miraba a Sebastián había cambiado por completo. Y justo coincidía que, desde entonces, él parecía haber encontrado un manual secreto para el amor, dedicándose a practicarlo con disciplina.En esos días, ya fuera en sus gestos o en su manera de hablar, se había vuelto aún más provocador que antes. Tanto que Inés sentía que su razón estaba al borde del colapso.Como ahora: Sebastián desabrochaba, uno a uno, los botones de su camisa, dejando al descubierto sus pectorales firmes, los abdominales marcados y la línea perfecta de su espalda. A Inés le ardía la cara, sintiendo que en cualquier momento le sangraría la nariz.Era una mezcla insoportable de dolor y placer.Seb

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status