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La Luna que se negó a arrodillarse
La Luna que se negó a arrodillarse
Author: Cléo

Capítulo 1

Author: Cléo
Me llamó "dog".

Borraré cada huella mía de esta llamada “familia” y me iré para siempre.

Colgué el teléfono con mi padre.

El baño quedó en silencio, salvo por el goteo del grifo.

Cada gota golpeaba el lavabo de porcelana con un eco sordo, un recordatorio monótono de mi humillación.

La chica del espejo estaba pálida; el cabello pegado en mechones a sus mejillas húmedas.

Ángel me había llamado su… "dog".

La palabra detonó en mi cráneo.

Un zumbido agudo e insoportable llenó mi cabeza, recorrió mis venas y se enroscó en mi pecho.

El estómago me dio un vuelco violento; no salió nada, solo un amargor que me quemó la garganta.

En el celular, la voz de mi padre había sonado tranquila, casi satisfecha.

Decía que la Manada Walker del Norte era una elección fuerte y estratégica.

Que mi futuro esposo —un hombre a quien ni conocía— era un Alfa duro: respetado, temido, pero justo.

Y, sobre todo, sin escándalos a cuestas.

Un líder poderoso, en todos los sentidos.

Al menos, pensé con amargura, él nunca me abrazaría en la cama mientras enlazaba su mente con otra para recordarle que yo no soy más que un juguete, un perro para su entretenimiento.

Mi loba, Lilith, gruñó dentro de mí; su voz temblaba de rabia y dolor.

—¡Ese bastardo! ¿Cómo se atreve a tratarnos así? ¡Le desgarraré la garganta! ¡Su peste me da náuseas!

—Lilith, nos iremos —le susurré, aunque la garganta me ardía—. Y cuando lo hagamos, pagará. Aprenderá que no soy dog de nadie.

Sí, una vez amé a Ángel, antes de ver al monstruo bajo su máscara.

Se atrevió a insultarme, a convertirme en el reemplazo de otra.

Se merece mi venganza: por traicionar todo el amor que le di, merece perderlo todo.

Salí tambaleando del baño hacia la habitación que una vez compartimos.

El aire aún olía a nuestro último momento de intimidad, a cedro y feromonas; ese aroma que antes me embriagaba ahora me revolvía el estómago.

Me dieron ganas de vomitar.

Abrí con furia el armario y comencé a vaciarlo: vestidos, zapatos, accesorios.

Los arrojé sobre la cama.

Hasta las cosas que me había comprado estaban manchadas por su mentira.

Todo debía desaparecer.

Lilith se quedó inusualmente callada, lamiendo las mismas heridas que sangraban dentro de mí.

Saqué su suéter de cachemira favorito —el que busqué semanas para regalarle en su cumpleaños— y recordé cómo reía cuando me hacía girar en sus brazos.

Lea, eres lo mejor. Mi pequeño sol.»

Mentira.

Mis ojos cayeron en el marco de la foto sobre el escritorio: en ella sonreíamos, la mirada de Ángel parecía tierna.

Ahora sabía que detrás de esa ternura solo había desprecio y cálculo.

Nunca fui su pareja.

Solo fui un reemplazo.

Cada sacrificio, cada pedazo de amor que le di, no fueron más que una broma cruel.

Metódicamente empaqué todo lo mío en bolsas para tirar.

Limpié con un paño húmedo los pomos de las puertas, los interruptores que había tocado.

No quería dejar ninguna evidencia.

Que pareciera que jamás hubiera existido.

Al final guardé solo una maleta pequeña: ropa vieja, documentos y el collar que mi madre me dejó.

Lilith se acurrucó a mi lado, enviándome una oleada de determinación serena.

—Nos iremos lejos de él. A un lugar sin ese olor a cedro.

—Sí —susurré—. Empezaremos de nuevo.

¿Ángel? ¿Quién era Ángel, en realidad?

Un cobarde despreciable.

No merecía ser alfa de la Manada Blood.

Me aseguraré de que pierda su futuro.

Lo hundiré hasta que no le quede nada.

Que se pudra como el perro que es.

Mi destino apuntaba al Norte: la Manada Walker, fría, poderosa y adinerada.

Tal vez su Alfa no fuera el hombre en quien confiar; tal vez los vientos allá fueran implacables.

Pero ¿qué importaba?

Yo ya había arañado mi salida del infierno.

Nada de lo que me esperara podría ser peor.
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