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Capítulo 2

Author: Piña Ice
La respuesta de Sandra hizo que la ira en el corazón de Carlos se intensificara aún más.

Con el rostro enrojecido, me miró fijamente, y al ver que yo no cambiaba de opinión, me dijo en voz contenida:

—Lucía, sé que ahora estás molesta, pero no podemos permitir que todos se burlen de nuestra familia. Ve a tranquilizarte un poco. Yo les explicaré lo que pasó. Sandra te reemplazará para terminar la ceremonia. No sigas haciendo un escándalo.

Soltó un leve suspiro, me dio una palmada en la mano y añadió con voz baja:

—Lucía, tú eres la mujer que elegí como esposa. Nosotros definitivamente nos vamos a casar.

Sandra aprovechó el momento para entrelazar su brazo con el de Carlos. En sus labios se dibujó una ligera sonrisa, y en sus ojos brillaba una burla apenas disimulada.

Ellos siguieron brindando con los invitados, expresando su gratitud como si nada hubiera ocurrido, como si lo de hace un momento no fuera más que un incidente sin importancia.

Yo recorrí con la mirada todo el salón, el lugar que había preparado con tanto esmero. Luego observé al novio que se suponía debía tomarme de la mano para toda la vida.

Bajé la vista, acaricié suavemente mi vientre y, sin decir nada, me di la vuelta y salí del salón.

Mi mejor amiga, Mónica, me vio desde el jardín del hotel. Se detuvo en seco, y enseguida caminó rápido hacia mí.

—¿Por qué saliste? ¿Vas a necesitar el anillo de bodas? —me preguntó.

Ella tiene su propio estudio de diseño y está siempre ocupada, así que le había pedido que me ayudara a guardar el anillo.

Me miró llena de preocupación. Yo negué con la cabeza:

—No, no lo necesito. Solo acompáñame a la habitación.

En el camino de regreso, le conté todo lo que había pasado.

Al escucharlo, su rostro se puso rojo de furia, y justo cuando iba a regresar al salón a gritarle a Carlos, la detuve.

Habíamos estado juntos cinco años. Y aunque todo había terminado, no quería que aquello se volviera un espectáculo vergonzoso.

Mónica, con los ojos llenos de dolor e indignación, maldijo entre dientes:

—Cuando Carlos te pidió matrimonio, juró amarte toda la vida, protegerte y envejecer contigo. ¡Y ahora cuida a otra mujer! Aunque estés triste, él… él no vale nada.

Sentí un dolor insoportable en el pecho. No pude pronunciar palabra.

Hace cinco años, cuando mi padre murió, Carlos y yo empezamos a salir.

Después, él tomó el mando de la empresa familiar y se convirtió en el responsable de todo.

No pasó mucho antes de que me pidiera matrimonio:

—Lucía, gracias por acompañarme en los momentos más difíciles. ¿Quieres casarte conmigo? Te prometo darte la mejor vida posible.

Esa noche, mi corazón rebosaba de felicidad mientras lo abrazaba con fuerza.

Pero ahora… estaba vestida de novia, con su hijo en mi vientre, y en el día de nuestra boda, tuve que irme del lugar llena de decepción y tristeza.

Los dulces recuerdos que compartimos antes volvían una y otra vez a mi mente, apretándome el corazón de dolor.

Pero, por más que doliera, yo sabía bien que ya no había vuelta atrás.

Esa noche me acosté en silencio, sintiendo las leves pataditas del bebé. Quería disfrutar de la última noche al lado del bebé.

Entre dormida y despierta, mis piernas hinchadas comenzaron a sentirse más cómodas, como si alguien me las estuviera masajeando suavemente.

Haciendo un esfuerzo, abrí los ojos: vi a Carlos, con olor a alcohol, arrodillado junto a la cama, dándome ligeros golpecitos en las piernas como solía hacerlo antes.

Al notar que estaba despierta, se levantó, apartó el cabello de mi rostro y, con voz temblorosa, me susurró al oído:

—Lucía… perdón.

—Hoy en la boda no le pedí a nadie que cuidara a Dany, por eso pasó lo que pasó. No quería que los invitados tan importantes vieran a nuestra familia como un chiste. Por eso hice que Sandra te reemplazara… Quise ocultarlo todo. Sé que estuve mal… lo siento.
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