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Mi Esposo Defendió a la Asesina de Mi Suegra

Mi Esposo Defendió a la Asesina de Mi Suegra

By:  Olga LópezCompleted
Language: Spanish
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Mi suegra tuvo un accidente de tránsito y fue llevada al hospital. Llamé más de veinte veces a mi esposo, Samuel López, que era abogado, pero solo conseguí que me respondiera en la última. —¿Qué cuento te estás inventando ahora? Sandra está en problemas y tengo que ayudarla. Deja de hacer berrinches. Apenada por sus palabras, le informé de la situación de su mamá y le pedí que me transfiriera diez mil dólares para pagar los gastos médicos. No obstante, engañado por su primer amor, Sandra López, simplemente se redujo a botarme palabras impacientes: —El accidente de tráfico que sufrió tu mamá no tiene nada que ver conmigo. No trates de usar mi dinero para ayudar a tu familia y déjame en paz. Estoy muy ocupado ahora. Dicho esto, colgó la llamada sin esperar a mi respuesta. Entre tanto, habían anunciado el fallecimiento de su madre, tras un intento fallido de reanimación. Tres días después, volví a verlo en la audiencia: estaba defendiendo con entusiasmo a su primer amor, quien se encontraba en el banquillo por conducir ebria. Gracias a sus excelentes habilidades como abogado, Sandra fue declarada inocente, basándose en la falta de pruebas. Muy decepcionada, le propuse el divorcio al terminar la audiencia. Pero él se puso nervioso: —Mi mamá es tan buena contigo. Si te divorcias, ¡se va a poner muy triste! Le sonreí con indiferencia y luego le aventé contra la cara las facturas de los gastos médicos y el certificado de defunción. Qué estúpido era este tipo. Aún no sabía que su madre había fallecido.

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Chapter 1

Capítulo 1

Cuando recibí la llamada del hospital, me quedé algo aturdida por la noticia.

Mi suegra había ido a nuestra casa para llevarle la tortilla de patatas que tanto le gustaba a mi esposo, Samuel López. Sin embargo, al salir, tuvo un accidente.

Acudí corriendo al hospital. En el camino, no paraba de llamarlo. Como era abogado y siempre estaba muy ocupado, era normal que no pudiera contestarme a tiempo. Pero, en ese momento tan crítico, ¡debería haber atendido mis llamadas! ¡Su mamá estaba en el hospital, con la vida pendiendo de un hilo!

Intenté otra vez, con el mismo resultado… Preocupada, guardé mi celular y me apresuré hacia la sala de emergencias, en donde me acerqué a una enfermera y, jadeando, le pregunté:

—Disculpe, ¿cómo está mi suegra?

Ella suspiró con pena.

—Le están dando primeros auxilios, pero está muy herida. Será mejor que se prepare para lo peor…

Al escuchar esto, me asusté y me apresuré a volver a llamar a Samuel. Finalmente, me contestó, pero con un tono muy impaciente:

—Rocío Fernández, ¡deja de hacer más pataletas! ¿Qué cuento te estás inventado ahora? ¿No sabes que estoy muy ocupado?

Justo cuando yo iba a hablar, escuché una voz femenina, suave, desde el otro lado de la línea:

—Samuel, no te vayas… Tengo mucho miedo…

—No te preocupes —la consoló él de inmediato—. Estoy aquí. Los malvados no lograrán lo que quieren.

Hacía tiempo que no lo escuchaba decir algo tan tierno… En ese momento, estaba tan fría y decepcionada como si me hubieran echado un balde de agua helada sobre la cabeza.

—¿Estás ocupado? ¿En qué andas? —le pregunté, tragándome la amargura.

Escuché un «puff». Aunque no podía ver la expresión de Samuel, percibí su obvia irritación.

—Sandra se metió en un problema. La han atrapado en un fraude con un accidente de tránsito. Ella no tiene ni familiares ni amigos en esta ciudad. Solo puede recurrir a mí, soy su único amigo aquí. No me causes más molestias ahora, ¿entendido?

«Sandra…» La mencionaba otra vez…

Ella era su primer amor, y había regresado al extranjero hacía un mes. Durante esos días, había escuchado ese nombre miles de veces: a veces se rompía la tubería en la casa de Sandra, y él tenía que arreglarla; otras veces, la perseguían unos desconocidos y él creía que no debía quedarse de brazos cruzados, así que iba a protegerla…

En su opinión, Sandra era una joven de carácter muy suave, que rara vez causaba molestias a los demás. Sin embargo, para mí, ella parecía más una niña inmadura y sin autonomía que invadía mi vida sin límites, ocupando todo el valioso tiempo libre de mi esposo. Incluso, tuve varias peleas con él por esto.

Al principio, él me prometió que no volvería a contactar con ella, pero pronto su paciencia se agotó. En la última pelea, llegó a gritarme:

—Ya no tengo ninguna relación especial con ella. No sobrepienses. Si yo siguiera amándola, no me habría casado contigo, ¿no crees?

Al recordar esas conversaciones, sentía un nudo en la garganta. Justo en el momento en que iba a contarle lo que le había ocurrido a su madre, ¡me di cuenta de que él había colgado!

Me apresuré a llamarlo de nuevo, pero lo que escuché fue la voz indiferente del contestador automático. Después de innumerables intentos, finalmente atendió. Temía que cortara la llamada de nuevo, así que le comenté lo del accidente:

—Mamá sufrió un accidente de tráfico. Ahora la están atendiendo en el hospital. ¡Ven rápido! Además, no tengo suficiente dinero para pagar todos los gastos médicos. ¿Podrías transferirme diez mil dólares?

Sin embargo, lo que no esperaba era que quien había contestado la llamada no fuera Samuel, sino Sandra. Su voz era suave y dulce, pero sus palabras me hicieron hervir la sangre de la ira:

—Rocío, sé que inventaste esta historia para que Samuel regrese a casa, pero yo sí lo necesito ahora. Cuando el problema esté solucionado, dejaré que regrese, ¿qué te parece? En cuanto al dinero… será mejor que no sigas engañándolo. Hace unos días escuché en persona que tu mamá te pidió prestados diez mil dólares para comprarle una casa a tu hermano.

Luego, escuché la voz llena de furia de Samuel:

—Rocío, ¿quieres aprovechar mi dinero para comprarle a tu hermano una casa? ¡Sin vergüenza! Y, ¿el accidente que tu madre sufrió qué tiene que ver conmigo? ¡No te ilusiones con usar mi dinero para ayudar a tu familia, ni aunque tu madre se muera! ¡Hazme un favor y deja de molestarme!

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