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Capítulo 3

Autor: Mora
Andrés me jaló el cabello con fuerza, arrastrándome desde el segundo piso.

—¡Luna ya es mayor de edad! ¡No puedes seguir ignorando sus sentimientos como antes!

Caí pesadamente al suelo. El dolor me atravesó las rodillas como cuchillas.

Gabriel, con el ceño fruncido, trató de calmarme.

—Sofía, posponer la boda fue idea mía. Luna no tiene nada que ver. Si estás enojada, descárgalo conmigo, pero no le hagas sentir mal.

Me acurruqué en el piso. Por un momento no supe si el dolor más agudo venía de mis rodillas... o de mi corazón.

—No le griten a mi hermana, fue mi culpa. Yo debí esperar más antes de cumplir años. Así no habría chocado con su boda.

Luna se secaba las lágrimas al hablar, pero la sonrisa de triunfo en la comisura de sus labios no escapó a mis ojos.

—¡No digas tonterías! ¿Acaso tú decides cuándo nacer? La culpa es de ella por elegir una fecha tan mala para casarse. ¡Tú no tienes nada que ver!

Sus ojos se clavaron en mí, llenos de fastidio.

—Si tanto te gusta enojarte, pues quédate sola en un rincón y enójate tranquila.

Andrés me levantó a la fuerza y me empujó hacia el cuarto de trastos junto a las escaleras.

Entonces por fin me entró el pánico. Giré la perilla con desesperación, intentando salir, pero escuché claramente el clic del cerrojo por fuera. Andrés había cerrado la puerta con llave.

—Quédate ahí. Cuando termines de reflexionar, puedes salir.

—¡No! ¡Por favor, déjame salir! ¡Tengo una alergia, necesito tomar mi medicina ahora mismo!

Grité con desesperación, pero Andrés ya se alejaba junto a Luna. A través de la puerta, alcancé a oír sus voces.

—Reservé en un restaurante de mariscos, ya casi es hora. Es mejor que vayamos saliendo.

—Pero... ¿y Sofía?

—No pasa nada. Solo la dejaremos encerrada un par de horas. Así aprende a calmarse.

—Tienes razón. Sofía siempre ha tenido un carácter muy fuerte. Le va a hacer bien pasar un rato sola. Le llevaré camarones para cenar, sé que le encantan.

—Gabriel, ven con nosotros. No te preocupes por Sofía, solo son unas horas.

El miedo me invadió por completo. Golpeé la puerta con todas mis fuerzas mientras gritaba:

—¡Ya no estoy enojada! ¡Le pido perdón a Luna! ¡Si quieren, me arrodillo también! ¡Por favor, déjenme salir! ¡Tengo alergia de verdad! ¡Si no tomo el medicamento, puedo morir! ¡Se los ruego!

Mi voz ya ni siquiera sonaba como la mía, pero afuera no hubo respuesta alguna.

Me dejé caer al suelo, derrotada. La picazón se extendía por mi espalda, subía por mi rostro. Tal vez por la agitación, también me empezó a picar la garganta.

Mis papás vieron con sus propios ojos cómo me tomé el jugo de mango. Sabían que me haría daño. Aun así, me dejaron de lado. Se acordaron del restaurante que Luna mencionó hace semanas, y sin embargo, olvidaron que hacía apenas cinco minutos bebí algo que podía matarme.

El instinto de supervivencia me obligó a levantarme de nuevo. Giré la perilla con todas mis fuerzas, solo para descubrir que la puerta seguía firmemente cerrada desde afuera.

Me palpé el cuerpo, buscando el celular. De seguro se me cayó cuando Andrés me arrastró escaleras abajo.

Las ronchas ya me cubrían todo el cuerpo. Mi rostro estaba tan hinchado que apenas podía abrir los ojos.

Comenzaba a faltarme el aire. Si nadie me ayudaba, moriría encerrada en ese cuarto.

Busqué a ciegas entre los trastos algo con lo que romper la cerradura. Y entonces, en un rincón oscuro, vi mi celular tirado en el suelo.

Lo tomé con manos temblorosas, casi sin poder sostenerlo.

Marqué. A mis padres, a mi hermano, a mi prometido... Nadie contestó.

Finalmente, Andrés me mandó un mensaje:

"Este viaje a Islandia... mejor no vayas. No queremos que Luna se ponga triste al verte."

Las lágrimas se escurrían por mis mejillas hinchadas.

"Ya lo sabía. Ellos ya no merecen que los espere", susurró para sí.

Marqué directo al número de emergencias.

La espera se hizo eterna. Mi garganta se cerraba poco a poco. Apenas podía respirar. Guié como pude al personal de emergencias, aunque varias veces me faltó el aire y estuve a punto de desmayarme.

Cuando finalmente la puerta fue derribada con fuerza, todo se volvió negro ante mis ojos. Perdí el conocimiento.
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Último capítulo

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