Share

Capítulo 3

Author: April
Mi estado había empeorado bastante y la doctora sabía que no podía esperar más. Por eso, rápidamente pidió el número de Sean y lo llamó: —¿Hola, señor Conner? La paciente, Zoe Salvador, está en estado crítico y a punto de dar a luz. ¿Podría proporcionarnos algunos materiales quirúrgicos para el parto?

Al otro lado, la voz de Sean se llenó de enojo cuando respondió: —¡Zoe! Eres más lista de lo que pensaba. ¡No solo escapaste del sótano, sino que incluso encontraste gente que te ayudara! Te diré algo, por más trucos que hagas, no me dejaré engañar de nuevo. Te conozco, es imposible que realmente estés en peligro. Te he dicho innumerables veces que nunca ignoraré a mi propio hijo. Una vez que Quinn dé a luz, será tu turno. ¿Por qué tienes tanta prisa?

La doctora le suplicó a los demás empleados del hospital, pero Sean había dado una orden estricta: ni siquiera me podían dar un solo analgésico.

A través de la delgada pared, escuché su fría y cortante voz decir: —Quinn debe estar a salvo. No importa quién más necesite los materiales, tendrán que esperar hasta que ella dé a luz a su bebé.

La desesperación se apoderó de mí y me desplomé contra la pared hasta que mi borrosa mirada se posó en un hombre que estaba de pie en la puerta.

Era el secretario de Sean. Sus ojos se abrieron de par en par de sorpresa cuando me vio, como si no pudiera creer que realmente fuera yo. Intenté llamar a su atención, pero antes de poder hacerlo, él se precipitó hacia la sala de parto de al lado.

—Señor Conner, hay una mujer embarazada en la habitación de al lado y parece ser su esposa —balbuceó el secretario.

Sean le lanzó una mirada hostil y le dijo: —Eso es imposible. Si estuviera de parto, no estaría quieta en la habitación de al lado. Vendría aquí dando tumbos exigiendo la herencia de su hijo.

El secretario dudó y luego insistió: —Pero realmente se parece a la señora Conner. Si es ella, está cubierta de sangre y la vida del bebé está en peligro.

Sean lo despidió con impaciencia: —¡Te dije que eso es imposible! Ella está obsesionada con andar limpia, por lo que si hay la más mínima mancha en su ropa, se la cambia inmediatamente. ¿Cómo podría estar cubierta de sangre? Debes haberte equivocado.

La doctora intentó una última vez, suplicando solo un rollo de vendas, pero Sean la amenazó con quitarle el trabajo. Ella, desesperada y disculpándose, regresó hacia donde yo estaba. Yo quería consolarla y decirle que no era su culpa, pero mi visión ya se estaba desvaneciendo, y no podía ver bien.

Las voces del personal médico iban y venían confusas.

—Está perdiendo mucha sangre... Es crítico...

—¡El latido del bebé se ha detenido!

—¡Apúrense, hay que intentar resucitarla!

Yo quería rezar y gritar, pero mi garganta no emitía ningún sonido. Todo lo que podía hacer era ver sus sombras corriendo a mi alrededor.

Mi mano cayó débilmente sobre mi vientre y un leve movimiento se sintió contra mi palma.

En ese mismo instante, una lágrima rodó por mi mejilla.

—Lo siento, bebé. No pude protegerte —susurré.

Luego, la oscuridad me envolvió por completo.

***

Mientras tanto, Sean esperaba ansioso fuera de la sala de parto de Quinn. En el momento en que la puerta se abrió, él se precipitó hacia dentro y agarró al recién nacido.

—Se parece mucho a ti —dijo suavemente, mirando al bebé—. Es muy adorable.

Por un breve instante, su mente se perdió pensando en cómo se vería su bebé. Pensó que, si fuera una niña, probablemente se parecería más a Zoe y debería ser extremadamente hermosa, pero ese pensamiento desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Después de terminar con los trámites hospitalarios, salió de la habitación. Dado que Quinn había dado a luz sin complicaciones, era hora de llevar a su esposa al hospital.

Sin embargo, justo cuando salía, se tropezó con su secretario, quien estaba parado rígidamente junto a la puerta.

—¿Por qué sigues aquí? —preguntó Sean con impaciencia—Ve a casa y trae a Zoe al hospital.

El secretario no levantó la vista y aunque parecía inmóvil, su cuerpo temblaba.

La paciencia de Sean se agotó por completo y fue entonces cuando el secretario finalmente habló, con voz entrecortada: —La señora... y el bebé... Ambos han muerto.
Continue to read this book for free
Scan code to download App

Latest chapter

  • Reteniendo un nacimiento   Capítulo 8

    Su voz temblaba mucho, pero aun así se mantuvo pidiendo disculpas, con su dignidad siendo arrastrada por los suelos.—Lo siento... Le juro que no tenía malas intenciones, solo quería llevarla a casa. La extraño demasiado, no puedo vivir sin ella. Lo siento, señor Salvador... No sabía que ella era parte de su familia —balbuceó, presa del pánico—. No... No me refería a eso, lo que quiero decir es que, no importa de dónde venga Zoe, yo la amo.En ese momento, Sean no era más que un perro manso y desesperado a mis pies; la arrogancia que alguna vez tuvo se había derrumbado.Mi padre aún no pensaba dejar ir a Sean, por lo que le dio un fuerte puntapié y replicó: —¿Llevar a Zoe a casa? ¿Para que la tortures de nuevo hasta dejarla medio muerta? ¿Crees que arruinar tu empresa es el final? ¡Sigue soñando! ¡Solo espera mi venganza! Haré que sientas el dolor que sintió mi hija.Yo le acaricié el hombro, tratando de calmarlo para que no se lastimara a sí mismo.Los ojos de Sean estaban hincha

  • Reteniendo un nacimiento   Capítulo 7

    Sean se quedó atónito cuando escuchó mi risa, ya que por primera vez, había desafiado su autoridad.—Zoe... ¿cómo has podido cambiar tanto? —Me preguntó.Yo me burlé y le lancé una mirada despectiva a la vez que le decía: —Hombre arrogante y vanidoso, te lo diré de nuevo: ¡vete y no vuelvas a aparecer delante de mí!Sean estaba tan furioso que no podía ni hablar y justo cuando me giré para alejarme, me agarró por la muñeca con fuerza y me dijo: —Zoe, nunca más te dejaré ir. Mi única misión hoy es llevarlos a ti y al bebé a casa. ¿No lo entiendes? Al pensar que te había perdido, casi me vuelvo loco. Mi corazón parecía haberse roto en mil pedazos, pensaba en ti día y noche. Esta vez, no importa cómo me tortures o cuánto me pongas a prueba, no te soltaré. ¡Lo juro!Qué ridículo, ¿a quién pensaba engañar con ese repentino acto de devoción?Me liberé el brazo con todas mis fuerzas y le reproché: —¿Quién te crees que eres? ¿Qué te da el derecho a darme órdenes?Él soltó un gruñido llen

  • Reteniendo un nacimiento   Capítulo 6

    Cuando escuché la noticia por primera vez, pensé que se había vuelto loco. Sin embargo, no le di importancia, pues había un océano entre nosotros, era imposible que me encontrara tan fácilmente. Por eso, lo ignoré y me sumergí en aprender a manejar los negocios familiares.Aprendí rápido, ya que en menos de un mes, pude manejar las inversiones por mi cuenta. Las filas de líneas verdes y rojas danzaban en tres o cuatro monitores, y casi todos los movimientos de las acciones coincidían con mis previsiones.Ese día, acababa de terminar una reunión con la junta directiva, cuando de repente, alguien irrumpió en la sala de conferencias, era Sean.Mi respiración se detuvo por un instante, y el dolor que había enterrado me golpeó de nuevo en el momento en que lo vi, pero le hice señas a los demás para que se marcharan.Sus ojos estaban inyectados de sangre. Él me miró como si hubiera hecho algo inexcusable.Luego, se abalanzó hacia mí, me agarró la muñeca con tanta fuerza que me dolió y g

  • Reteniendo un nacimiento   Capítulo 5

    —Tú y el bebé siempre estarán unidos por la sangre. En su corta vida, tú fuiste su única madre —dijo mi papá—. Algún día encontrarás a alguien mejor y tendrás más hijos propios.Él suspiró. Había más canas en su cabello que antes de que me fuera, y parecía aún más agotado.—Pero si desperdiciaste tus lágrimas llorando por ese hombre sin corazón, entonces esas lágrimas no valieron la pena. Te dije que no lo vieras, pero eras muy terca. Prefiriste alejarte de mí antes que dejarlo —añadió.Asomé la cabeza por encima de la manta y miré las profundas arrugas en el rostro de mi papá. Una vez más, las lágrimas volvieron mi vista borrosa.—Lo siento, papá —sollocé—. Debería haberte escuchado, lo siento. No estaba llorando por él. Estaba llorando por mi bebé. Era tan pequeño.Mi padre extendió la mano y me secó las lágrimas. El calor de sus dedos en mi mejilla me dio una sensación de consuelo.—Eres mi única hija, lo más preciado que tengo. Nunca te he culpado, ni te he impedido hacer lo

  • Reteniendo un nacimiento   Capítulo 4

    Los ojos de Sean se abrieron de par en par. Él respiró rápido y agitado como si hubiera sido herido por un disparo. Luego retrocedió tambaleándose un paso, pero se obligó a mantenerse de pie.—¡Imposible! Estaba bien cuando me fui —rugió—. Incluso tenía energía suficiente para fastidiar al perro de Grace. ¿Cómo pudo haber muerto de repente? Esto tiene que ser una broma para llamar mi atención. ¿No te dije que no te dejaras engañar por sus trucos?El secretario se encogió ante su furia, pero aun así logró informarle: —Señor Conner... el cuerpo está en la sala de parto de al lado. Hicimos una prueba de ADN... Realmente es la señora Conner.—¡Sabes lo que le pasa a la gente que me miente! —exclamó Sean y como todavía no podía creerlo, se precipitó hacia la sala de parto contigua.Bajo los brillantes focos quirúrgicos, un cuerpo yacía en una camilla, cubierto en parte por una sábana blanca. Él vio las mejillas sucias y la cara familiar que coincidía con la imagen en su memoria. Se acer

  • Reteniendo un nacimiento   Capítulo 3

    Mi estado había empeorado bastante y la doctora sabía que no podía esperar más. Por eso, rápidamente pidió el número de Sean y lo llamó: —¿Hola, señor Conner? La paciente, Zoe Salvador, está en estado crítico y a punto de dar a luz. ¿Podría proporcionarnos algunos materiales quirúrgicos para el parto?Al otro lado, la voz de Sean se llenó de enojo cuando respondió: —¡Zoe! Eres más lista de lo que pensaba. ¡No solo escapaste del sótano, sino que incluso encontraste gente que te ayudara! Te diré algo, por más trucos que hagas, no me dejaré engañar de nuevo. Te conozco, es imposible que realmente estés en peligro. Te he dicho innumerables veces que nunca ignoraré a mi propio hijo. Una vez que Quinn dé a luz, será tu turno. ¿Por qué tienes tanta prisa?La doctora le suplicó a los demás empleados del hospital, pero Sean había dado una orden estricta: ni siquiera me podían dar un solo analgésico.A través de la delgada pared, escuché su fría y cortante voz decir: —Quinn debe estar a salvo

More Chapters
Explore and read good novels for free
Free access to a vast number of good novels on GoodNovel app. Download the books you like and read anywhere & anytime.
Read books for free on the app
SCAN CODE TO READ ON APP
DMCA.com Protection Status