MasukSofía siempre estaría huyendo, mientras Diego la persiguiera. Era como una carrera injusta donde ella siempre estaba en desventaja. ¿Cómo detener ese absurdo espectáculo que solo Diego inició? Ya no podía seguir corriendo; solo podía detenerse y enfrentarlo.—Gabriel, ¿vienes a buscar problemas? Hoy es el cumpleaños de mi amigo, ¿no entiendes que nadie los invitó? ¡Váyanse ya!El ambiente le parecía tan tenso a Camilo que casi no podía respirar. La verdad, desde que conocía a Alejandro, pocas veces había visto una situación así. Todos allí sabían cuál era la relación entre Alejandro, Diego y Sofía. Verlos a los tres era demasiado dramático. Nadie se sentía cómodo; si podían, lo evitaban. Y Gabriel, tan inteligente que era, ¿cómo no lo sabía? Aun así, trajo a Diego, y encima estaba de su lado. ¿Su primo estaba volviéndose loco y Gabriel no pensaba detenerlo? ¿Qué sentido tenía traer a un loco como él? No se imaginaba que su primo fuera tan idiota.Camilo se puso de pie, listo para sac
—Diego, tú...—Si dices una palabra más, te largas. —Los ojos de Diego parecían capaces de lanzar un relámpago.Gabriel no intentó convencerlo más, solo se rio con amargura y advirtió:—No termines haciendo un desastre imposible de arreglar.El yate iba a la playa privada.—Gabriel, mi vida ya no tiene arreglo desde hace mucho. —Diego miró el mar agitado—. Desde el día en que nací.Él siempre acababa perdiendo, siempre arruinaba todo. Nadie podía ser tan tonto como para alejar a la persona que más ama, ¿cierto? Pero él, sí podía ser así de estúpido. No podía controlarse y hería a la gente; eso le resultaba desesperante. Solo un... maldito imbécil amaría a alguien como él. Que nadie lo quisiera era lo normal. Gabriel estaba cada vez más preocupado; no quería ver a Diego así.***Sofía y Alejandro estaban de espaldas al mar. La brisa de la noche era fuerte y, sin luz, nadie tenía ánimo para mirar el océano. No fue hasta que Diego, Gabriel y Chiara llegaron a tierra que Javier los vio pr
Diego siempre había sido indiferente por naturaleza; despreciaba las emociones de los demás e, incluso, se burlaba de ellas. Gabriel no respondió a su pregunta; en vez de eso, le dijo:—¿Por qué te casaste con Sofía?Todo volvía al punto de partida. Diego nunca se lo había dicho a nadie. Siempre evitó esa pregunta. Hasta ese día, cuando ya no tenía escapatoria. La verdad era que... muchas cosas no necesitan una razón lógica. Él quiso casarse con ella. Quizá fue porque ese día, cuando la conoció, el clima en la playa era perfecto. O porque verla abrir los ojos después de sacarla del agua le quitó el mal humor como si nada. En fin... cuando Sofía le confesó sus sentimientos, a él le dio risa, sospechando que ella fingía devoción para engañarlo, pero, aun así, no la rechazó, ni la echó. Quería descubrir cuándo ella dejaría de actuar.Y así, poco a poco, Sofía empezó a entrar en su vida. Se volvió su única excepción. Y luego... terminaron casándose. Como Diego no podía creer que, sin haber
Tomaba un buen tiempo aceptar algunas cosas. Desde el momento en que se tomó consciencia de ellas, hasta lograr asumirlas por completo... era un proceso. Y si alguien era hábil engañándose a sí mismo, ese proceso podría prolongarse muchísimo. Desde el inicio, cuando Diego vio que Sofía se acercaba demasiado a Alejandro, solo pensó que había encontrado un apoyo. Luego, en San Rafael, cuando escuchó que Sofía y Alejandro estaban juntos, aun así se negó a aceptarlo y se aferró a la idea de que Sofía solo quería provocarlo.Pero ese día, al ver cómo ella viajaba hasta una isla solo para celebrar el cumpleaños de Alejandro, Diego ya no podía engañarse más. Él quería seguir en su obsesión, aferrarse a esa fantasía... pero ya no quedaba ningún argumento que sostuviera su mentira. La realidad estaba delante de sus ojos. Seguir mintiéndose sería una locura real. Diego no era una persona "normal", pero tampoco estaba loco de verdad. Aceptar esta verdad era como si le clavaran un cuchillo en el
Diego apretaba la camisa como si quisiera romperla, como si intentara agarrar su propio corazón. Su respiración se aceleró. Cualquiera que lo viera pensaría que estaba enfermo. ¿Desde cuándo el orgulloso, serio e intocable Diego, quien nunca se inmutaba por nada, podía mostrar un dolor así de evidente? Era tan obvio que cualquiera podía notarlo. Diego preferiría morir antes que mostrar debilidad. Incluso, si la otra persona no era un enemigo, incluso si lo único que sentía al verlo así era un poco de compasión, para Diego eso era intolerable.Y, aun así, su vulnerabilidad era tan visible que violaba por completo sus propias reglas. Estaba claro que intentó reprimir sus emociones, pero eran demasiado fuertes, demasiado desbordadas. Por mucho que tratara de contenerlas, ya no podía ocultarlas. Gabriel, al verlo así, ya no pudo disfrutar de su desgracia.—¿Qué te pasa? No estés así, das miedo.Diego levantó la cabeza. En sus ojos había un dolor feroz y una confusión profunda; incluso h
Divorcio era divorcio.Con un documento legal se podía cortar el vínculo entre dos personas. Las relaciones eran así de frágiles: cuando eran esposos podían dormir en la misma cama, pero una vez separados se volvían desconocidos de la noche a la mañana.También era asombroso cómo funcionaba el amor, porque, incluso sin un acta de matrimonio, dos personas podían volverse íntimas e imposibles de separar. Como Sofía y Alejandro.Con solo verlos de lejos se notaba que su relación era firme. Sin ninguna formalidad, ya nadie podía interponerse entre ellos. Gabriel, que antes esperaba con paciencia la llegada del divorcio, se sentía como un payaso. Si hubiera sabido que eso iba a pasar, debió actuar antes. ¿Para qué fingir ser un caballero? ¿Qué importaba si Sofía podía rechazarlo? Incluso si lo hacía, al menos él habría intentado. El resultado final no habría sido distinto. No, era peor: solo podía verla sonreír junto a otro hombre.Y en el mundo de Sofía, él ni siquiera dejó una huella. Ga







