Antes de que pudiera asimilar la conmoción, recibió otro mensaje.[Señorita Rivas, tengo algo que seguro le va a interesar todavía más. Si viene, traiga dinero. No pido mucho, solo cincuenta mil dólares.][Y puede estar segura de que lo que tengo vale cada centavo.]Valeria se mordió el labio, pensativa. Luego de unos minutos, se levantó, eligió un vestido y bajó las escaleras.Arturo Rivas estaba cómodamente sentado en el sofá, leyendo el periódico. A su lado, Regina Solís le masajeaba los hombros con esmero mientras decía en voz baja y melosa:—Arturo, ¿por qué no le compras un carro bueno a Vale también? Para que no se sienta mal la niña.—Además, no está bien tener favoritismos. Tiene toda la razón del mundo para estar enojada.Frente a Arturo, Regina siempre adoptaba ese tono dulce y sumiso.Sus palabras parecían defender a Valeria, pero apenas terminó de hablar, Arturo arrugó la frente.—Ya no te metas en eso.—¿No ves cómo se ha puesto Valeria? ¡Es tu culpa por darle tan buena v
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