Al final, seguía siendo Mariana quien tenía que arreglar todo.Antes él le había pedido a Mariana que ayudara más a Luciana, pero ella no parecía muy dispuesta.No importaba. Si él la convencía con cuidado, ella no lo rechazaría.—Sal un momento… que entre Mariana… eh, la secretaria.Emilio le limpió las lágrimas, la calmó con unas cuantas palabras y le prometió comprarle el bolso de marca más nuevo. Solo entonces Luciana salió a regañadientes de la oficina.No vio a Mariana, así que preguntó por ella y supo que estaba en la sala de café.Entró y, efectivamente, encontró a Mariana preparando café.El aroma llenaba el lugar, pero no alcanzó a apagar la ira y los celos que Luciana traía dentro. Se quedó mirándola con un odio frío, como si quisiera destrozarla.Mariana no volteó, pero parecía saber quién era.—¿Qué quieres?—El Emilio te llamó a su oficina —respondió Luciana con frialdad.Mariana no se apresuró. Terminó de preparar el café con calma, lo vertió en la taza, añadió un terrón
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