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El traidor no merece perdón
El traidor no merece perdón
ผู้แต่ง: Estela

Capítulo 1

ผู้เขียน: Estela
—Señorita Mariana, ya confirmamos que su acta de matrimonio es falsa. Falsificar documentos oficiales es un delito. Por favor coopere con nuestra investigación.

—¿Hasta las actas de matrimonio se falsifican hoy en día?

—Seguro la engañaron… pobrecita…

Bajo esas miradas raras de los funcionarios y de varias parejas, Mariana Beltrán salió del Registro Civil como si flotara.

El sol pegaba a plomo, pero ella sentía un frío que le atravesaba los huesos.

Ayer, Emilio Navarro aceptó por fin ir con ella por el acta, como si quisiera darle un cierre digno a sus cinco años de relación.

La madrugada anterior, su habitación había estado envuelta en un calor íntimo, casi febril.

Justo cuando la pasión subía, un celular sonó y lo cortó todo.

Emilio se detuvo de manera extraña y contestó.

—No empieces. El acta que tengo con ella es falsa. Al final, hace dos años ya saqué la oficial contigo.

Hablaba un idioma poco común, pero Mariana también lo entendió.

Los amigos de Emilio lo usaban mucho; para no sentirse excluida, ella había tomado clases de ese idioma en secreto.

—Aun así me da celos. Ojalá ella no existiera.

—No seas caprichosa, Mariana no tiene la culpa. ¿Todavía no superas lo del accidente? Su pierna quedó arruinada. Nunca volverá a bailar. Nadie te va a disputar el puesto de reina del baile. Si pasa otro problema, no sé si podré cubrirte de nuevo.

—¿Y… el bebé?

—Cuando ella quede embarazada y dé a luz, veré cómo registrar al niño a nuestro nombre.

—Ya basta. Compórtate. Ella no te llega ni a un cabello. ¿Cómo crees que me voy a enamorar de ella?

El impacto le abrió a Mariana un hueco helado en el pecho. Poco a poco recuperó lucidez.

Entonces, ¿el accidente de hace dos años había sido provocado?

Un tráiler se había salido del carril y casi la dejó paralítica.

Estuvo más de medio mes en el hospital y apenas lograron salvarle una pierna, pero desgraciadamente ya no pudo volver a bailar.

Había heredado el talento de su madre y su futuro era brillante.

Hasta que Emilio le dijo que había sido solo un accidente.

Le aseguró que no le importaba su lesión. Ella incluso le agradeció esa aparente comprensión… y cayó más hondo por él.

Y todo era una mentira. Emilio la había engañado. Peor aún: se había casado con la responsable del accidente. Y ahora querían que ella les diera un hijo.

Sin dormir en toda la noche, Mariana fue temprano al Registro Civil a confirmar la verdad.

La realidad le dio una bofetada tan fuerte que casi la derribó.

Solo pudo fingir una sonrisa y decir que estaba bromeando. Los empleados la regañaron un poco y la dejaron ir.

El celular llevaba rato sonando. Mariana volvió en sí y contestó.

—¿Ya vas camino a la oficina? —la voz grave y adormilada de Emilio sonaba peligrosamente seductora.

—No… tuve un asunto —Mariana hizo un esfuerzo monstruoso para mantener su voz normal.

—¿Dónde estás? Voy por ti.

Los ojos de Mariana se humedecieron al instante.

Él siempre le decía que, sin importar la hora ni el lugar, él iría por ella para regresar juntos a casa.

¿Pero qué casa?

Si desde hacía dos años ya era el esposo de otra mujer; la traición era completa: cuerpo y alma.

—¿Mariana?

—No hace falta —respondió ella, con la cara bañada en lágrimas pero la voz firme—. Estoy ocupada. Llegaré sola.

Emilio no insistió.

Después de colgar, Mariana trató de ordenar su mente hecha un nudo.

Llevaban cinco años juntos. Él siempre había sido impecable.

En la universidad fue el presidente del consejo estudiantil, guapo y brillante. Después, un joven empresario respetado y deseado.

Montones de mujeres lo perseguían, pero él siempre había sido frío con todas… excepto con ella.

Entonces ¿quién era la mujer con la que se casó hace dos años?

¿Y qué pasó realmente en ese accidente?

Cerca del mediodía, Mariana llegó a la empresa.

—Buen día, secretaria Mariana.

Todos en la oficina presidencial la saludaban al verla. Mariana solo asentía en silencio.

Su escritorio estaba lleno de documentos. Los revisó uno por uno y seleccionó algunos para que Emilio los firmara.

El hombre, sentado tras su escritorio, era una presencia que imponía aun cuando no decía nada. Su elegancia tenía filo.

Al verla entrar, su postura se suavizó de inmediato.

Firmó cada documento y luego la observó con cierta preocupación.

—No te ves bien.

—Solo un poco cansada.

—Este proyecto te ha dejado agotada —comentó Emilio, acercándose para pellizcarle suavemente la mejilla. Luego sacó una caja larga como por arte de magia—. Sorpresa.

Mariana tomó la caja en silencio y la abrió.

Dentro había un collar de diamantes precioso.

Reconoció enseguida el modelo: la nueva edición limitada de Solara.

Emilio se levantó para abrazarla, intentando besarle la frente. Mariana giró la cabeza y esquivó el contacto.

Lo sentía sucio.

—Mariana… —el ceño de Emilio se frunció apenas.

Él siempre le había dado todo tipo de regalos. Cada vez, ella se ponía feliz como una niña. Pero esta vez…

—Gracias. Me gusta —respondió Mariana, bajando la mirada y cerrando la caja—. Pero estamos en la oficina. Hay que tener cuidado.

Emilio soltó una risa suave y le revolvió el cabello.

—Siempre tan sensata.

De vuelta en su escritorio, Mariana dejó la caja a un lado sin mirarla.

Era cierto: Emilio conocía sus gustos al detalle.

Si no supiera de la traición, aquel collar la habría hecho feliz como siempre.

Durante la hora del almuerzo, Mariana revisó todas las redes sociales de Emilio. No encontró nada sospechoso.

Sus publicaciones eran sobre la empresa… o sobre ella.

Le gustaba presumirla. Subía fotos y momentos cursis donde la mostraba como una reina. Sus amigos lo fastidiaban por eso.

Pero ahora, al ver esos recuerdos, Mariana solo sentía vacío.

Entonces lo vio: en una de las publicaciones antiguas, un like llamó su atención.

La foto de perfil mostraba una mano pálida y delgada con una pulsera idéntica a una que Emilio le había regalado antes.

Siguiendo su instinto, entró al perfil.

La publicación más reciente era de un día antes:

“La cadena que me llegó desde tan lejos… la amé.”

Acompañada de una foto.

El collar era idéntico al que Emilio acababa de darle a ella.

Solara, edición limitada: solo existían dos.

Mariana soltó una risa seca.

Una para ella. Otra para la otra mujer. ¿Así repartía su cariño?

Salió de la aplicación y compró un boleto de avión para dentro de un mes.

Había un proyecto pendiente que ella lideraba. Faltaba un mes para terminarlo.

No podía irse sin cerrar el ciclo; muchas personas habían puesto su esfuerzo en él.

Pero en un mes, se iría.

Y dejaría a Emilio Navarro para siempre.

Tras confirmar la compra, abrió otro chat.

—Papá, ya lo pensé bien. Quiero volver a casa y ayudarte con los negocios.

—Y respecto a la alianza matrimonial… acepto.
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