Le di a mi novio a su amor ideal... y terminó arrepentido
Tuvimos una relación de diez años. Salvador Ríos, finalmente, aceptó casarse conmigo.
Pero el día en que debíamos tomarnos las fotos para la boda, cuando el fotógrafo nos pidió que nos besáramos, Salvador frunció el ceño con desagrado, murmuró que sufría de misofobia y, sin más, me empujó suavemente a un lado y se marchó solo.
Yo, con la cara ardiendo de vergüenza, me vi obligada a disculparme con todo el equipo por su actitud.
Afuera caía una nevada densa. Era imposible encontrar un taxi. Caminé sola, paso a paso sobre la nieve, con los pies empapados… y el corazón también.
Y al llegar al departamento que sería nuestro hogar conyugal, lo encontré besando a Lucía Solís. Abrazándola como si el mundo estuviera a punto de acabarse.
—Lucía… solo dime una palabra… y dejo esta boda y todo ahora mismo —susurró él.
Diez años de amor ciego… de pronto se convirtieron en una broma cruel.
Lloré como nunca. Y luego decidí que sería yo quien escapara primero de esa boda.
Tiempo después, se corrió la voz en todo nuestro círculo social:
El joven Ríos buscaba desesperadamente a su ex prometida por todo el mundo, solo para rogarle que lo mirara una vez más.