Mi Boda Se Retrasó Ocho Veces y al Final Lo Dejé
Con solo mencionar los preparativos de la boda, el primer amor de mi prometido salió corriendo en llanto.
Luis Enrique me abofeteó con tal fuerza que caí al suelo, mirándome con odio puro:
—¿Tan desesperada estás por casarte, Gabriela? ¿Tan patética que necesitas forzarme a esto?¡Posponemos la boda otra vez!
Me llevé la mano a la mejilla ardiente, pero ni siquiera latió más rápido mi corazón.
Con esta, ya eran ocho postergaciones.
De los 28 a los 30 años, esperé en vano una respuesta.
Esta vez, hice las maletas en silencio para salir.
Al fin entendí: este matrimonio nunca debió existir.