Esta vez mi historia se escribe sin ti
Después de renacer, tomé la firme decisión de dejar de obsesionarme con mi amigo de la infancia, Federico Torres.
En su fiesta de cumpleaños colgó un cartel que decía: «Prohibido perros y Clementina». Sin titubear, me largué a Hawái y puse océanos de por medio.
Cuando comentó que el simple olor de mi perfume le revolvía el estómago, obedecí y me mudé sin chistar.
Al graduarnos anunció que no pensaba respirar el mismo aire que yo en ninguna ciudad; hice mis maletas —rápido— y desaparecí para siempre.
Por último, aseguró que mi mera existencia podía malinterpretarse ante su amor imposible.
Asentí y, muy pronto, presenté en redes a otro chico como mi novio.
Una y otra vez elegí lo contrario a lo que hice en mi vida pasada.
Porque, en aquella otra vida, cuando por fin me casé con él, su amor ideal se arrojó desde un acantilado.
Él me llamó asesina, me torturó, me quebró… y acabé devorada por los peces.
Esta vez, lo único que quiero es vivir de verdad.
Así que tomé de la mano a mi nuevo novio.
Pero Federico se plantó en medio de la calle, con los ojos encendidos de rabia.
—Clementina, ven conmigo ahora y olvidaré esta broma.