Juramento de Sangre, Hecho Trizas
Mi matrimonio con Lorenzo Cossiga siempre se quedaba a un paso de consumarse.
Cinco años de compromiso, treinta y dos bodas celebradas… y en cada ocasión, un accidente inesperado interrumpía el final.
Hasta la trigésima tercera. La ceremonia iba a la mitad cuando la fachada de la iglesia se desplomó de golpe. Terminé en terapia intensiva, con el cráneo fracturado, una conmoción cerebral severa y más de diez notificaciones de estado crítico.
Dos meses luché entre la vida y la muerte antes de regresar de ese abismo.
El día de mi alta, escuché a Lorenzo conversar con su hombre de confianza:
—Señor, si de verdad está enamorado de esa estudiante pobre, basta con romper el compromiso con la señorita Valentina. La fuerza de la familia Cossiga es suficiente para silenciar cualquier murmullo. ¿Por qué seguir provocando accidentes una y otra vez?
—Ella casi muere —replicó el hombre, con evidente desaprobación.
Lorenzo guardó silencio mucho tiempo antes de responder:
—No tengo otra salida… Hace diez años, Señor Morea y su esposa dieron la vida por salvarme. Esa deuda solo puedo pagarla con este matrimonio.
—Pero yo amo a Sofía. Fuera de ella, no quiero casarme con nadie.
Miré las cicatrices que cruzaban mi cuerpo, y lloré en silencio.
Toda la agonía que había soportado no era obra del destino, sino la fría estrategia del hombre al que amaba.
Si él no era capaz de elegir, entonces yo misma pondría fin a todo.