Nunca es tarde para arrepentirse del amor
Frente a la entrada del hospital, mientras una hemorragia me bañaba las piernas durante el embarazo, Leandro Rivera me dejó sola para llevar a casa a su clienta... la misma a quien le estaba tramitando el divorcio.
No importó que suplicara con la mirada. No miró atrás. Solo se fue.
Esa misma noche, en lugar de estar a mi lado, apareció en la publicación de la clienta en Facebook.
«Qué suerte tener a mi gran abogado... ¿quién dijo que no hay sopa para la resaca? Oh, cierto... ¡yo sí la tengo!»
No dormí en toda la noche.
A la mañana siguiente, con una calma que no sentía, marqué el número de mi padre.
—Papá, ya lo decidí. En tres días vuelvo a casa... a hacerme cargo de la empresa.