Tuya hasta el último latido
Marisol Ríos estaba enferma; le quedaba poco tiempo de vida. Ese día tuvo una revelación: frente a la muerte, todo lo demás carecía de importancia. Su familia, egoísta y abusiva, que solo sabía aprovecharse de ella... ¡ya no los quería en su vida! Su prometido, David Peña, el mismo que acababa de pedirle matrimonio para luego involucrarse con su propia hermana, Lucía... ¡tampoco lo quería ya!
Despojada de todo, por fin podía ser libre...
Poco a poco, en su círculo social comenzaron a circular rumores sobre ella. Que Marisol se relacionaba con gente muy influyente. Que se le veía acompañada de hombres más jóvenes. Que su fortuna personal crecía sin parar y derrochaba dinero sin medida. Que Marisol...
Tiempo después, cuando aquellos que la habían despreciado descubrieron su situación, uno tras otro, desesperados, le suplicaron llorando su perdón.
Sus padres, con fingida dulzura:
—Mi niña, tú siempre serás nuestra hija querida. Anda, regresa a casa con nosotros, ¿sí?
Su ex prometido, el traidor:
—Marisol, a la única que quiero es a ti, lo juro. Por favor, dame otra oportunidad.
Pero ya era demasiado tarde.
Un sujeto de semblante endurecido se interpuso.
—Si alguien se atreve a molestar de nuevo a la señorita Ríos, le romperé las piernas.
...
Tiempo después, ese caballero, una figura poderosa y casi inalcanzable, se arrodillaba ante ella.
—Viva o muerta, Marisol, tú eres mía.
Alonso Garza nunca se consideró a sí mismo una buena persona. Como cabeza de una de las familias más poderosas, había forjado su camino con decisiones implacables y una determinación férrea, labrándose una reputación temible.
Nadie habría imaginado que aquel sujeto formidable y peligroso llevaba a una joven guardada en lo más profundo de su ser, y así había sido durante ocho años.
La poca ternura que poseía, estaba reservada por completo para ella.