Tres años ignorada, ahora él suplica por ella
Olivia Jiménez había nacido con una afección auditiva y solo recibía desprecio y miradas frías.
A los veinte años, su madre la ató durante tres años al heredero de la familia Fernández usando un examen de embarazo.
Sergio Fernández la odiaba con el alma, pero no pudo escapar del destino de casarse con ella.
Después de la boda, a Sergio le encantaba mantener ambigüedades con distintas mujeres y era la única a la que jamás miraba de frente.
Para mantener la imagen de buena esposa y por su hijo, Olivia lo aguantó una y otra vez.
Hasta que su primer amor apareció.
Y el hijo que Olivia había traído al mundo arriesgando su vida la llamó madrina a ella con cariño.
Ella por fin entendió que su corazón no era frío, sino que siempre había ardido por otra mujer.
Dejó los papeles del divorcio y se fue sin dudarlo.
Sin embargo, él fue quien la buscó. Frío y dominante, la atrapó bajo su cuerpo y preguntó:
—Olivia, ¿crees que el matrimonio es un juego? ¿Te casas cuando quieres y te divorcias cuando se te antoja?
—¿Quieres divorcio? Eso será después del segundo hijo.