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Capítulo 5

Author: Shirley
Fabián era un completo inútil. Hugo, un hombre que apenas había conocido, fue el que le ofreció ayuda, la cubrió con su abrigo y la llevó al hospital. Él manejaba rápido mientras intentaba tranquilizarla.

—Aguanta un poco más, ya casi llegamos.

Ariadna, sentada en la esquina del asiento, temblaba mientras trataba de no manchar de sangre el asiento del carro. Hugo notó su incomodidad y bromeó:

—Ariadna, hoy parece que no era tu día para salir.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Te vi en la exposición y parecía que era cuestión de tiempo que algo malo te pasara… ¡y mira, tenía razón!

Ariadna no pudo evitar sonreír y le dio las gracias. Aunque la acompañó hasta el hospital, ella insistió en entrar sola y Hugo respetó su decisión.

Frente al hospital, el viento helado la hizo temblar. Ariadna siempre había odiado los hospitales. Había visto con sus propios ojos cómo sus padres, víctimas de un accidente, llegaban cubiertos de sangre.

De niña, se arrodilló una y otra vez a rezar, desesperada. Pero lo que recibió fue la noticia de que habían muerto. Desde entonces, aunque se enfermara, nunca iba a un hospital. La única vez que se obligó a hacerlo fue por Fabián, para someterse a una cirugía y no seguir siendo una carga para él.

Y ahora, otra vez, estaba ahí. Ella caminaba insegura, pero venció su miedo y entró. Preocupado, el doctor le retiraba con cuidado los vidrios incrustados en sus rodillas.

—La herida es seria. Te voy a enviar antibióticos por vía intravenosa —le dijo.

Ariadna no quería quedarse, pero el médico insistió. Dentro de la habitación, su cara pálida y su cuerpo débil delataban que estaba agotada y que no había comido. Tenía fiebre.

Durante la transfusión, su amiga Irene le envió un enlace de una publicación en redes sociales. En letras rojas resaltaba el titular: "¡Revelamos a la misteriosa prometida del joven Fabián! ¡Y es ella!"

En el video, un preocupadísimo Fabián aparecía entre la multitud con Elisa en brazos. Poco después, la cuenta oficial de Inversiones Morales le dio "me gusta" a esa publicación. Un gesto público de afecto que encendió a los internautas.

—¡Son perfectos juntos, que se casen ya!

—¡Con razón no se casaba! ¡Estaba esperándola a ella!

Viendo la publicación desde la cuenta oficial, Ariadna entendió que eso no pasaría sin el visto bueno de Fabián. Quedó paralizada unos segundos, hasta que se acordó de responder el mensaje de su amiga.

Pero las manos le temblaban tanto que se le cayó el teléfono. No podía agacharse rápido por el suero, así que con cuidado se giró para recogerlo. De la nada, escuchó una voz conocida en la puerta.

—Por ahora quédate en esta habitación. Ya pedí que preparen una suite para ti.

—No era necesario… —dijo Ariadna.

Alzó la vista y los vio: Fabián abrazando a Elisa, como si temiera que cualquier cosa le pasara. Ella descansaba sobre su hombro, y él la miraba con ternura mientras le pellizcaba la mejilla. Los tres se miraron, pero el que se notó incómodo fue Fabián.

—¿Tú… también estás aquí?

Ariadna sintió un sabor amargo en la boca. Era su prometida, y aun así parecía la intrusa.

—Elisa está bastante mal. Vine a que la revisen —explicó él.

Ariadna sonrió, resignada.

—Qué coincidencia.

No dijo nada más, cerró los ojos y se recostó, ignorando que el suero ya estaba por terminarse. Elisa se acercó y le tomó la mano.

—Ariadna, ¿estás enojada? Fui yo la que le pidió que me acompañara…

Ariadna apartó la mano, pero Elisa trató de agarrarla a la fuerza. En medio del forcejeo, Elisa cayó al suelo. Fabián reaccionó de inmediato.

—¡Ariadna, no te pases! ¡Mírala cómo está! ¿Acaso no tienes compasión?

Lo dijo tan alto que varias personas voltearon a ver. Se dio cuenta de que se excedió, pero ya era tarde. No dijo más.

Acomodó a Elisa con cuidado, le ajustó la almohada y empezó a quejarse de las condiciones del cuarto como si fuera lo peor del mundo. Ariadna, sin decir nada, se quitó la aguja del suero. No quería seguir viendo eso, así que salió sin mirar atrás. Fabián fue tras ella.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Ya me atendieron —respondió, seca.

Él dudó un momento. Ariadna sabía que quería decir otra cosa.

—Prepara una sopa para la circulación. Elisa está muy débil, necesito que la traigas pronto. Te espero aquí en el hospital.

Era una noche fría, con mucha brisa, pero Ariadna ni lo notaba. ¿Una sopa para la circulación… por esa herida superficial? Ella sabía mejor que nadie cómo estaba realmente Elisa.

—Fabián, ¿tú tienes corazón? —preguntó.

Sus palabras lo molestaron.

—Elisa acaba de divorciarse, está emocionalmente frágil. Como amigo, estoy pendiente de ella. ¡No armes un drama! Además, lo de hoy fue culpa tuya. ¡Yo no dije nada! ¿Por qué sigues con esa actitud?

—¿Drama?

Una revisión de las cámaras aclararía todo, pero él solo escuchaba a Elisa. Esas acusaciones sin fundamento le dolían. La sangre empezó a salir otra vez por la herida de su rodilla, manchando su vestido. Pero Fabián no se dio cuenta. Estaba demasiado ocupado pidiendo que pasaran a Elisa a una habitación mejor, temiendo que pasara alguna incomodidad.

La poca paciencia que le quedaba a Ariadna se esfumó junto con todo su dolor y frustración. Solo quería que esta farsa terminara de una vez por todas.
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