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Capítulo 03

Penulis: Juliana
—No pasa nada. Quédate esta noche aquí, mañana temprano voy a ver qué se puede hacer. Ponte esto, no quiero que te resfríes —dijo Leandro mientras le daba una chaqueta a Clarisa.

Clarisa me lanzó una mirada con cierto aire de desafío, y luego, con voz melosa y fingida, murmuró:

—Vane, si te incomoda, me voy ahora mismo. No quiero que te enojes con Leandro por mi culpa.

Leandro frunció el ceño, visiblemente molesto.

—¡¿Otra vez con eso?! ¡Clarisa está sola, acaba de divorciarse y tú sigues compitiendo como si esto fuera un concurso! ¿Podrías mostrar un poco de empatía?

Mi cuerpo ya no me respondía bien. El dolor en el vientre era tan intenso que ni siquiera escuché del todo lo que Leandro decía.

—Haz lo que quieras —murmuré antes de encerrarme en la habitación.

Leandro se quedó helado por un momento y luego se ocupó de llevar a Clarisa al cuarto de huéspedes. Incluso la taza de té de jengibre, que él mismo me había preparado, se la llevó a ella.

No volvió en toda la noche. ¿Dónde estuvo? Era fácil de imaginar.

Leandro y yo nos enamoramos en la universidad. Una vez, después de una cita, íbamos caminando de vuelta al campus y nos topamos con unos matones. Me dijeron cosas horribles y trataron de tocarme. Leandro se puso frente de mí sin pensarlo. Eran tres hombres adultos. Yo aproveché un descuido para llamar a la policía. Cuando llegaron, Leandro ya estaba inconsciente en el suelo.

Una lágrima resbaló por mi mejilla.

¿Cómo habíamos llegado a esto?

Al amanecer, la casa estaba vacía. Empaqué mis pocas cosas, y todo lo que Leandro me había regalado lo dejé donde estaba.

La puerta del cuarto de huéspedes estaba entreabierta. Desde donde estaba, podía ver ropa interior provocativa tirada al pie de la cama. Saqué el celular y le tomé una foto para enviársela a Leandro.

Estaba por irme cuando me topé con sus padres. Estaban emocionados, hablando del almuerzo para celebrar el bautizo del bebé y del centro de recuperación posparto.

Al oírlos, una punzada me atravesó el pecho.

—Todavía falta mucho para eso —dije con una sonrisa amarga.

Pero ellos no le dieron importancia. Incluso llamaron a Leandro.

—Hola, papá, mamá. ¿Todo bien?

La voz de Leandro sonaba despreocupada, pero justo entonces se escuchó la voz de una mujer de fondo:

—Leandro, dejé mi ropa interior en tu casa... ¿Y si Vanesa la ve? ¿Crees que se dé cuenta?

Los padres de Leandro se quedaron helados. Apagaron el altavoz con torpeza.

—¡Imbécil! ¡Regresa ya! ¡Y dile a esa lagartona que desaparezca! ¿¡Quieres matarnos de un disgusto a tu madre y a mí!?

Yo solo tomé mi bolso.

—Con permiso. Tengo cosas que hacer.

Sus padres quisieron decir algo más, pero se quedaron callados.

Tomé un taxi al despacho de abogados.

Cuando me gradué de la universidad, mi padre quería que volviera a casa y aprendiera a manejar la empresa familiar. Pero yo insistí en montar un bufete junto a Leandro. Como no era abogada, me ocupaba de tareas administrativas.

Llegué a mi escritorio y empecé a recoger mis cosas. Desde la sala de café, oí murmullos:

—Pobrecita... tanto sacrificio, y ahora esto. Ayudó a levantar el despacho desde cero, y al final...

—¿Y viste a la nueva? Qué teatrera. Encima, Leandro dejó pasar una cuenta importante por ella, y ni se molestó.

Mis manos se detuvieron un segundo. Luego seguí empacando sin decir nada.

Justo en ese momento, el celular de la mesa de al lado comenzó a vibrar con notificaciones. Lo giré para dejar la pantalla hacia abajo.

Entonces apareció Leandro. Al ver lo que hacía, frunció el ceño.

—¿Qué estás haciendo?

—Renunciando. Me voy a casa. Necesito cuidar mi embarazo —contesté con calma.

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